lunes, 4 de julio de 2011

LA HORA DE LA VERDAD.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Hugo Chávez daba la impresión de una fortaleza inexpugnable, como la consistencia de un libro empastado en cuero al cual no le entra la polilla, o un caballo, no blanco como el del Libertador, pero si moreno, esbelto, lleno de vida, retante, quien ganaba todos los carreras, o un panzer de esos de la segunda guerra mundial cuando Hitler imponía el pánico en Europa, o un tigre cuyas garras no ha podido limar nadie. Y cuando nada hacía presagiar el desplome de semejante mole humana, aparece en la Habana de Fidel metido en un hospital, para dar pábulo a toda clase de especulaciones sobre su salud, que cáncer, que abcesos, que una rara enfermedad, hasta que por fin se descorrió el velo y apareció él en pantalla, demacrado el hombre, con voz débil y apagada a anunciar que padecía de un cáncer que le había hecho metástasis. En esa hora no cabía sino la reflexión. Y es para llegar a tomar conciencia de que el hombre no es nada, es un ser indefenso que a veces se envalentona para luego darse contra el piso al ver que no puede pasar de ahí, que su misión, si acaso la tiene , es de una dimensiones demasiado minúsculas. De emperador en ese momento, pasa a ser un mendigo , un mendigo de la salud, de que se le dé una nueva oportunidad, de que le refresquen las pilas y lo vuelvan a poner en el camino de la acción. Un hombre de acción como Chávez, paralizado por falta de salud se convierte en una máquina varada. Y el mecánico no puede ser él , en su omnipotencia, sino el pobre hombre humillado que pide clemencia para que de lo alto lo fulmine o le dé fuerzas para salir de semejante atolladero. Ahí es cuando el creyente logra descubrir la veta de Dios, o el que ve el mundo como algo completamente absurdo que no tiene pies ni cabeza, pero que hay que actuar y actuar con optimismo, con devoción, como lo quería Camus. O definitivamente no hay salida alguna y la vida es una postración, una pena, una esperanza que tan pronto alumbra,, se apaga y viene la oscuridad total. Es decir, como decía Hidegger, el hombre es un ser para la muerte. Es tiempo de reflexión pues para el comandante, quien debe reflexionar sobre el papel que está llevando a cabo y que puede significarle lo que al Libertador , arar en el mar y edificar en el viento. Tal vez después de esta prueba regrese como alguien más humano, mas aterrizado, más puesto en la tierra y con una misión limitada , sin tanta pompa y tanta ostentación de fuerza.

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