sábado, 24 de marzo de 2007

DON AQUILEO Y EL GENERAL WILCHES

DON AQUILEO Y EL GENERAL WILCHES
POR: RAUL PACHECO BLANCO

Resulta interesante analizar la vida del Estado Soberano de Santander, a través de dos figuras de importancia histórica como lo fueron Aquileo Parra y Solón Wilches: el uno político nacional y el otro un caudillo regional.
Ambos pasaron por un periodo inicial ligado a la guerra que en esa época resultaba forzoso transitar.
Porque la guerra lo definía todo, la política se hacía por medios violentos, al no existir la cultura correspondiente para organizarnos alrededor de partidos y definir la primacía en las elecciones.
Para llegar al poder se escogían las armas, lo mismo que para hacer o reformar una constitución.
De ahí que si alguien quería hacer una carrera política, debía comenzar por darse a conocer en una guerra, como Don Aquileo con Mosquera en Pinchote cuando llegó el general en plan de guerra y por cierto le comentó en la noche anterior que si al día siguiente derrotaban a Juan de Jesús Gutiérrez, vencerían a un sargento mayor, mientras que si él los derrotaba, vencería a tres generales de la Independencia. ( Memorias. Pag. 66. gobernación de Santander).
E inmediatamente lo nombró gobernador de la provincia de Vélez, cargo que al fin no aceptó respetando el nombramiento que había hecho el cabildo en cabeza de Ramón Navarro, amigo suyo.
Y por ahí empezó también Wilches, al reaccionar ante la muerte en Suratá de Vicente Herrera, el presidente del Estado en 1859 y salir a combatir con la “columna de García Rovira”, peleando en Concepción y San Andrés, en donde adquirió los grados de teniente y capitán.
Pero de ahí en adelante toman rumbos diferentes, pues don Aquileo es elegido por la provincia de Vélez para la constituyente de 1859 y Wilches no obstante haber sido elegido también, prefirió seguir combatiendo en Boyacá, Cundinamarca y Santander.
Prácticamente cada quien escogió lo que más le gustaba: a don Aquileo el debate político y a Wilches, el combate.
Para 1862, cuando se piensa reformar la constitución de Santander, Wilches es elegido para la asamblea constituyente, pero no asiste, porque él era alérgico quizá por su espiritu militar a los debates parlamentarios, o tendría conciencia de no desempeñarse bien, pues si le llevaba la ventaja a don Aquileo de ser abogado, mientras éste apenas había trajinado en la venta de bocadillos y no en el que manoseó de códigos, el primero se preocupó de llenar ese vacío cultural y se puso a la altura de los grandes políticos de la época, el general se contentó apenas con ser un abogado.
Don Aquileo mientras tanto es apresado por el gobierno de Mariano Ospina y confinado en los fríos corredores que ahora ocupa la Universidad del Rosario en Bogotá.
El general Wilches sin embargo debió cansarse de seguir peleando, pues decide dejar en reposo su enorme pistolón cuando el general Mosquera gana la guerra y se va a Rionegro a pelear con los radicales, por otros medios, en la convención que creó la carta de 1863.
Ahí don Aquileo es protagonista. Por su iniciativa, Rafael Núñez redacta un proyecto de acto legislativo que ordena trasladar la capital de la republica, de Bogotá a Panamá y luego de pasar en primer debate fue derrotado luego de la intervención del general Gutierrez de Piñeres, con un chiste, como lo llamó don Aquileo en sus memorias “al comparar el mapa de Colombia a un gallo cuyo pescuezo fuera el Istmo de Panamá, observó que si se colocaba allí la capital de la República, podía venirle algún mal vecino la tentación de descabezarla, cortándole el pescuezo al gallo”(Memorias, Pág. 270).
Intervino en numerosos debates, tratando de ponerle el tate quieto al general Mosquera que quería hacer a su estilo una constitución con la cual se sintiera cómodo en su afán autocrático y que los Radicales lograron torpedear.
Cuando Mosquera se fastidió por la decisión de la convención de mantener el Ministerio ejecutivo que dividía el ejecutivo en tres Ministerios, en reemplazo de la figura del Presidente, Mosquera presentó renuncia del Ministerio de Guerra que tenia a su cargo, y Rojas Garrido, el mejor orador con que contaba el radicalismo en ésa época, le hacía eco en una proposición para que se le aceptara. La asamblea se paralizó y nadie quería hablar, cuando don Aquileo tomó la palabra para coger el toro por los cuernos y secundar la propuesta en estos términos: “Habiendo llegado el general Mosquera a la cumbre de la grandeza y del poder, se halla en un punto desde el cual no puede dar un paso sino descender. Creo, por tanto, que le ha llegado la hora propicia- anhelada seguramente por él- de retirarse de la escena pública. Por la gloria de este ilustre ciudadano, que es también gloria de la patria y por la tranquilidad de ésta,(el subrayado es nuestro) opino que debe admitirse la renuncia que está sobre la mesa” (Memorias Pág. 301).
Esta ironía de don Aquileo no debió caerle en gracia al general, quien lo tenía ya en su lista negra, pero no le admitieron la renuncia.
Y el talante moderado de don Aquileo estuvo presente cuando se opuso a la libertad de palabra y por escrito sin limitación alguna, según se proponía, pero se impuso en definitiva el perfil radical de Rojas Garrido.
El general Wilches será elegido diputado a la Asamblea legislativa en 1864 y nombrado como jefe departamental de Garcia Rovira en 1865, ya muy metido en la vida pública en plan de civil y militando en el radicalismo, para ser elegido luego como representante a la Cámara y de ahí al senado en 1868 como suplente de Manuel Murillo Toro.
Por esa época, los dos militan en el radicalismo y don Aquileo va cogiendo vuelo cuando es elegido presidente del senado en 1866, dándose el lujo de posesionar al general Mosquera en una de sus presidencias y pronunciar el discurso de rigor, que por cierto no le gustó de a mucho al general porque siguió tirandole las orejas.
Luego viaja al exterior, lo que le dará cierto mundo y una visión más completa de la política.
Wilches mientras tanto, hace política regional y resulta elegido, en votación popular como Presidente del Estado Soberano de Santander, pero ya ha dado un giro en su orientación política, pues de radical pasa a ser Independiente, siguiendo las directrices de Rafael Núñez, quien también estaba diseñando su política fuera del radicalismo y comenzando la evolución que lo llevó a la Regeneración.
Estamos ya en 1870 y don Aquileo se encuentra como diputado de la Asamblea legislativa, lo cual le da la oportunidad precisamente de posesionar al general Wilches como Presidente del Estado, pero como en las relaciones con el general Mosquera, don Aquileo no perdía oportunidad de tirarle las orejas a los militaristas como ellos, pues en ese sentido se parecen mucho Mosquera y Wilches.
A Wilches nole cayó en gracia el discurso de don Aquileo y a partir de ahí se agriaron sus relaciones personales.
La política en el Estado se irá a mover dentro de esa rivalidad, como personeros de dos bloques muy definidos: el radicalismo y los independientes.
A partir de aquí don Aquileo empieza a tener figuración nacional, siendo nombrado como Ministro de Hacienda por el Presidente Nacional Murillo Toro , en 1872.
Allí adquirirá un perfil de Hacendista, con tanto éxito, que el siguiente Presidente don Santiago Pérez le solicitará su continuación en el Ministerio, que como bien sabemos, imprime carácter por el manejo de la economía que estaba en sus manos.
El general Wilches por su parte orienta su gobierno hacia la apertura de caminos y vías de comunicación, asi como hacia la enseñanza, en donde en los gobiernos radicales, imponían la concepción racionalista sobre la tradición escolástica que no alcanzarón a superar los de la generación libertadora: mas ciencia y menos filosofia, más progreso.
Como la clase dirigente era escasa en ésa época, llovían las propuestas para los dirigentes y don Aquileo Parra, estando en el Ministerio de Hacienda es elegido presidente del Estado, lo cual lo lleva ha interrumpir su ministerio y trasladarse a Santander en 1875.
Y por su parte el general Wilches, sigue ascendiendo al ser llamado a la comandancia del Ejercito por el presidente Santiago Pérez en 1874, hasta que vienen los problemas cuando se presenta el juego anticipado de las candidaturas que siempre ocurre para la sucesión.
Don Santiago quería de sucesor a don Aquileo, dada su trayectoria y desempeño en el Ministerio de Hacienda y le estaba haciendo campaña. Murillo Toro por su parte, ya lo había lanzado como candidato y fue cuando se acuñó la frase célebre de que la candidatura Parra se incubaba en las estufas oficiales.
Wilches ha dado el paso hacía el nuñismo o independientismo y ni corto ni perezoso aprovecha la tendencia radical que permitió la beligerancia de la fuerza pública y se dedico con el general Santodomingo Vila, quien también formaba parte del equipo de gobierno de don Santiago, a hacerle campaña a Núñez. Esto motivó su salida de la comandancia del Ejército, pero lo jerarquizó ante el nuñismo
Como la votación para Presidente era indirecta, según la constitución de Rionegro de 1863, votaron los Estados y los resultados fueron de 48 votos por Parra, y 18 votos para Núñez y otros tantos para Calvo, que era el tercero en discordia.
A los tres meses de posesionado don Aquileo los conservadores crean frentes de guerra y tiene que enfrentarlos como tarea inmediata de gobierno. Por cierto que el paso que va a dar le va a costar muy caro al liberalismo: escoger para combatir la guerra a Julian Trujillo, caracterizado nuñista y ante quien los conservadores se van a entregar para convertirlo en presidenciable. Como en efecto ocurrió. Al verse derrotados los conservadores escogieron al general Trujillo para entregarse. Y además, Parra nombró a Núñez jefe civil y militar de Bolívar.
Todo esto no le gustó a Murillo Toro, quien estuvo en Palacio recriminando a don Aquileo por tales decisiones, que según él, llevarían al poder a Núñez y los conservadores.
Prácticamente a Parra se le fue su periodo de gobierno atendiendo la guerra y sus consecuencias, que fueron devastadoras para las arcas del Estado.
Y tal como lo había pronosticado Murillo Toro, se desencadenó el proceso de nuñización del país, resultando electo el general Trujillo para el periodo 1878 – 1880 y siendo elegido tambien por votación popular, en Santander, Solón Wilches para la presidencia del Estado.
Aquí llega el León del Norte, como era llamado Wilches, a la plenitud de su poder y enfoca su gobierno en la misma dirección, es decir, hacia la construcción de vías públicas entre las cuales se va a contar el ferrocarril a Puerto Wilches, asesorándose de Geo Von Lengerque para llenar de caminos de piedra el Estado, que llenos de monte aún sobreviven.
El comercio se intensifica, incentiva la inmigración alemana, con brigadas de maestros de escuela y comerciantes, se produce el auge de las quinas que prende el optimismo pero a poco andar se frustra el negocio por la competencia internacional.
Crea en la Concepción, en su natal Garcia Rovira, el Instituto Agrícola, con laboratorios, piscinas de experimentación, periódicos e importa maestros extranjeros, entre ellos un literato, el señor Gutiérrez de Alba, quien de todo sabría menos de agricultura y en la cátedra casi había profesor por alumno. Es decir, realizó un bello sueño para darle estructura de Universidad a un modesto Colegio agrícola. Su fracaso no se hizo esperar.
Sintiéndose dueño del poder, mientras los radicales revoloteaban a su alrededor, realizó la mayor hazaña en el gobierno, que fue la de hacerse reelegir por una asamblea constituyente, escogida por él entre parientes y amigos con el señuelo de reformar la constitución.
Elaboró su propia carta constitucional, con algo de tendencia nuñista y fue reelegido.
Ante esto y ante el deseo del general de imponer su sucesor se rebeló todo el Estado y más concretamente los radicales, con quienes al fin y a la postre logró transar, entregando la Presidencia, pero quedándose con la comandancia del ejército.
Mientras tanto Núñez era Presidente Nacional.
La estrella de don Aquileo se opaca por estos años, cargando a cuestas los cargos de haber entregado el gobierno a los conservadores, pero en lugar de amilanarlo, lo hace crecer, como los toros de lidia. En su caso no con alma de halcón, como el general Wilches, sino como personero de la sensatéz, de la moderación, de la paz.
Pero antes de que concluya su ciclo el general Wilches, las circunstancias lo van a llevar a tener que enfrentar a su antiguo jefe, Rafael Núñez, no sin antes haber intentado su elección presidencial en contienda con Francisco Javier Zaldúa, para el periodo 82-84.
Como podemos verlo, el ritmo de la política es vertiginoso por el periodo tan corto de dos años de los presidentes, como fruto del amarre que pretendieron hacerle los constituyentes de Rionegro a Mosquera.
En ese primer intento todavía es Independiente, pero le resulta fallido, pues se impone Zaldúa.
Con Zaldúa prácticamente se cierran las opciones presidenciales de los radicales. Por eso más adelante tendrán que echar mano a última hora del general Wilches para enfrentár, nada más y nada menos que a Núñez. La lucha, va a resultar desproporcionada e implica el cambio de tolda política para enfrentarse a sus antiguos amigos, los independientes.
Wilches todavía es Presidente del Estado Soberano de Santander y los radicales piensan en asegurar los votos del Estado con la candidatura Wilches.
Son momentos cruciales y Wilches juega su última carta con esta candidatura. Pero le va mal y triunfa Rafael Núñez para el periodo 1884-1886.
Así terminan sus días de auge al no saber administrar su viejo nuñismo que le hubiera dado muchas ventajas en esta nueva era que se inicia y tiene que volver a la Concepción a ver pasar la historia, de la cual había sido protagonista y pionero, para morir en 1893.
Don Aquileo mientras tanto, se aquilata, como los viejos metales y se va convirtiendo en jefe indispensable en su partido, para ponerle orden a los halcones que habían aparecido en las últimas guerras, como los generales Benjamín Herrera y Uribe Uribe.
El liberalismo por esta época está dividido entre pacifistas y guerreristas, es decir, entre los generales de a caballo y los de a pié como Santiago Pérez y don Aquileo.
Se aferra a sus ideas de tolerancia, de moderación, de legalidad, como liberal que era, ante la intrepidéz de esta generación más democrática.
Desde el directorio liberal que conforma con Camacho Roldán , Esguerra y Robles, se opone a la guerra de 1895, cuando dice que “ la paz no la guerra dará en tierra con el gobierno”.
Se viene la guerra de los Mil Dias, que se ha tratado de elevar a la categoría de epopeya de la raza, cuando fue simplemente una expresión más de nuestro irracionalismo mágico, porque retrasó el progreso de Santander, por décadas, mientras Antioquia empezaba a tomar un destino industrial.
Don Aquileo terminó siendo destituido del directorio por los halcones , Benjamín Herrera y Rafael Uribe Uribe, cuando se imponen definitivamente los guerreristas.
Hasta su casa en Chapinero, en Bogotá, llegaran Quintero Calderón, Carlos Martínez Silva y Miguel Abadía Méndez para pedirle su intervención y parar la guerra, pero no va a ser escuchado, no obstante el envío de Lucas Caballero como mediador.
Todo estaba consumado.
El perfil de la paz se oscurece, al fallecer en Pacho el 4 de Diciembre de 1900.
Don Aquileo empieza a crecer con la historia.
Desgraciadamente los halcones se renuevan en abundantes cosechas.


BIBLIOGRAFÍA


INDALECIO LIEVANO- RAFAEL NÚÑEZ
EL ANCORA-1985

RODRÍGUEZ PIÑERES EDUARDO, EL OLIMPO RADICAL, editorial Incunables. 1986.

ESPAÑA GONZALO- Los radicales del siglo XIX, EL ANCORA, 1984.

ARISMENDI POSADA IGNACIO. Presidentes de Colombia- 1810-1990, Planeta, 1989.

ARTEAGA HERNÁNDEZ MANUEL. Historia Política de Colombia, ediciones Intermedio , 1986.

OTERO MUÑOZ GUSTAVO- Wilches y su época, GOBERNACIÓN DE SANTANDER, 1990.

PACHECO BLANCO RAUL. EL LEON DEL NORTE, Sic, 2002.

PARRA AQUILEO- MEMORIAS, Gobernación de Santander .

GUTIERREZ FULGENCIO. Santander y sus municipios, Gobernación de Santander, 1990.

El cura liberal José Pascual Afanador y la nobleza sanguileña

El cura liberal José Pascual Afanador y la nobleza sangileña.



En el siglo XIX también había curas liberales. Ese es el caso de José Pascual Afanador, quien se afilió muy pronto a los draconianos , en donde militaba el general Obando.
Los draconianos habían abierto una brecha de izquierda por donde pasaban los democráticos en su lucha contra el sector aristocratizante liberal , que representaba a las viejas familias emparentadas con las autoridades españolas, como los Mosquera y los Arboleda.
Los draconianos eran militaristas, proteccionistas, amigos de las sociedades democráticas, de la pena de muerte, del patronato, de un federalismo moderado, de un ejecutivo fuerte, es decir, todo lo contrario de los Gólgotas, quienes eran civilistas, liberecambistas, partidarios del estado laico , federalistas a morir , anti-presidencialistas. ( Llano Rodrigo, Los Draconianos, Planeta, 2005, pags 38, 39 ).
Y traducido esto a nivel personal, se encarnaban los dos sectores en las fuertes personalidades de los generales Obando y Mosquera, parientes entre sí en una línea bastante sesgada.
José Pascual Afanador se inicia luchando contra el Libertador y fue acusado precisamente de conspirar contra él, pero luego de encarcelado fue puesto en libertad al no encontrar pruebas suficientes para comprometerlo.
El que si conspiró fue otro cura liberal, Nepomuceno Azuero Plata, hermano nada menos que de Vicente Azuero, el gran amigo de Santander y mentor ideológico del hombre de las leyes. Tanto Nepomuceno como José Pascual, eran draconianos y masones.
Pero Afanador entró por la puerta grande, pues de su natal Cabrera viajó a Bogotá a estudiar en San Bartolomé y luego en el colegio Mayor del Rosario, donde se educaban los privilegiados y, se graduó como teólogo y filósofo y en l.830 se hizo sacerdote cuando fue ordenado por el arzobispo Caicedo y Florez.
Llamado por sus futuros contradictores, los de la nobleza sangileña, estuvo de rector del colegio Guanentá, para meterse de lleno en la política aprovechando los nuevos vientos de l.850, para ser elegido tanto a la Cámara como al Senado, a la cámara del Socorro y al cabildo de San Gil.
Así que fue un político actuante y militante.
Estando de cura en Pinchote casó su primera pelea con la nobleza sangileña , como él llamaba a la clase dirigente de San Gil.
Esto da pie a un debate muy interesante entre ellos, que viene a reflejar el empalme entre el liberalismo de esa clase dirigente , cuyos padres habían hecho la independencia y se creían con derecho a seguir gobernando basados en su condición de herederos de esas grandes familias y, la democracia encarnada en los sectores populares recién despertados a estas nuevas conquistas.
Los nobles sangileños miraban los cambios efectuados como los nobles y la alta burguesía inglesa luego de la revolución gloriosa del siglo XVII, es decir, la conquista del poder en manos del Parlamento en donde estaban ellos, y la subordinación del Monarca, quien entraba a deberles su corona.
En tanto que los artesanos de la Sociedad Democrática de San Gil, llamada José María Obando, propiciada por el cura Afanador, ya tenía una óptica democrática , estilo siglo XVIII , más afín con la revolución francesa.
Así que estaban en mora de aplicarles la guillotina a los nobles y el pueblo entraba en una gran asamblea y no en los cabildos cerrados en donde solamente podían entrar los privilegiados.
Estas dos visiones diferentes se estaban dando, por la penosa articulación que se estaba produciendo entre el orden liberal heredado de la Independencia y la democracia que empezaba a abrirse paso en l.850.
Esa articulación por tanto, fue traumática hasta tanto no se aceptara por un organismo social que lo rechazaba en principio.
Por eso la nobleza sangileña representada en personas como Gabriel Vargas Santos, el célebre general de la guerra de los Mil Dias, Ramón Nieto de Paz, Antonio Durán, Miguel Meléndez , Bartolomé Entralgo y Zenón Silva, para citar solo los primeros signatarios de las cartas , así lo expresaban en una de ellas: “ Nosotros no disputamos ni hemos disputado acerca de la admisión de los principios liberales, y sobre esto nos referimos más largamente en otra parte. La cuestión es si la democracia era necesaria aquí y si ella tiene por objeto verdadero aquel con que ostensiblemente la habéis presentado. Lo que nosotros os imputamos es que afectando democracia i suponiéndonos adversos a los principios que constituyen este sistema político , el mejor i más perfecto sin duda, sembráis el odio en el corazón de los democráticos contra los vecinos de este pueblo que visten casaca y calzan zapatos siendo más republicanos que vos”. ( ( Afanador José Pascual, La Democracia en San Jil, Gobernación de Santander, l.990, pag 86 ).
En otra carta van a ser más incisivos: “ El objeto de la democrática, es corromper al pueblo nuestro, tendiendo a establecer el comunismo de los bienes i la libertad o el comunismo de las mujeres... La democrática de aquí no se compone sino de una media docena de bribones degradados en la opinión , tramposos por oficio i fallidos por sus vicios, de hombre escandalosos como casados , entregados a la crápula, acribillados de deudas, i que quieren saldar cuentas y cubrir su relajación gritando democracia”( Afanador José Pascual, ibidem, pags 9l-92 ).
Así que los trataban como la hez y los acusaban de comunistas, cuando lo cierto era que el cura Afanador, quien los dirigía , tenía muy clara la diferencia entre socialismo y comunismo. Y tanto el cura como los draconianos eran anti-comunistas.
Por su parte la Sociedad Democrática había definido sus bases fundamentales en : los principios de libertad, igualdad, fraternidad, compuesta por artesanos , hacían énfais en que ningún título de nobleza hereditaria , distinción de sangre, de color o familia se debía tener en cuenta.
En este punto harán énfasis , en el sentido de que ni la riqueza ni el nacimiento daban lugar a ocupar puestos públicos.
Además, también resaltaban la libertad del pensamiento, de conciencia, de industria y que el vicio y el crimen no podían escudarse en la nobleza y la riqueza para justificarlos. ( Afanador, ibidem, pags 22 y 23 ).
En otra carta el cura Afanador puntualiza que “ la necesidad de la propia conservación impone a los hombres la obligación de sacrificar parte de su libertad, de su propiedad, i seguridad individual, para conservar el resto bajo la protección de la sociedad”. ( Pag 3l).
Para añadir luego : “ Los que defienden los privilegios de linaje, de honor, de saber, de industria, i de gobierno son enemigos de la democracia porque buscan al soberano en una jerarquía superior alpueblo , sostenida por la aristocracia o clases privilegiadas , pero los verdaderos republicanos buscan y encuentran a ese soberano acá abajo en el corazón del pueblo, i en donde el dogma de las mayorías lo arregla todo “. ( pag 62 ).
Así que en cuanto a liberalsimo, es decir, el respeto por las libertades, no había problema, el problema estaba en la participación, en el papel del Estado con relación a ellos, en la nobleza y en la riqueza, es decir, en cuanto a la democracia.
Era el enfrentamiento dedos paradigmas: el liberal y el democrático..
El liberal que pretende hacer valer los intereses sociales privados, ante un Estado especializado en el empleo administrativo del poder político para fines colectivos.
Y el republicano o democrático que concibe la política como una fuerza integradora , en donde haya un reconocimiento recíproco entre miembros iguales y libres, pero solidarios, para que junto al poder administrativo y al interés individual , aparezca la solidaridad hacia el bien común, como fuente de integración social. ( Habermas Jurguen, Facticidad y Validéz, Trotta, 200l, pag 342 ).
Esta dificultad para asimilar esa fusión de conceptos , produjo esta lucha , que se volvió de clases tratando de entender cada quien a su modo lo que estaba sucediendo a nivel institucional y de costumbres.
Los unos querían continuar con los privilegios heredados y los otros estaban en su afán de reconocimiento, como lo ha planteado Hegel.
El cura Afanador viniendo de sus privilegios de educación, para no entrar en los de su apellido y origen que se lo dejamos a los sangileños, quería alcanzar esa etapa democrática que se estaba imponiendo y que no se logró con la sola Independencia.
Y libró su lucha acompañando a los draconianos de Obando contra los Mosqueristas y los Gólgotas.
Por eso Mosquera no lo quería y lo consideraba un hombre de malas ideas y enemigo de la Santa Sede y del Papa.
Claro está que Afanador en compañía de Juan Nepomuceno Azuero y Manuel María de Alaix, como curas liberales, solicitaron la expulsión de los jesuitas al presidente José Hilario López. ( Llano Isaza, ibidem, pag ll0 ).
Además, fue constituyente para participar en la elaboración de la constitución de Santander de l.862 y al ser postulado para obispo de Boyacá, la jerarquía lo vetó.
Su familia había fundado la parroquia de Cabrera en l.808 .
Y todavía desde su tumba seguirá preguntándose: “ ¿ Qué hacían en San Gil los Silva, los Meléndez, los Otero, los Alonzos, los Peña, los Estengos, los Martínez, los Entralgos, los Nieto, los Fernández, los Uribes, los Zapatas y los Corteses, mientras los socorranos se batían contra los españoles?. ( Afanador , ibidem, pag 55 ).
Ese fue el cura de Pinchote que con sus cartas publicó el primer libro que se editó en Santander, por la imprenta Gómez Villarreal del Socorro en l.85l ).