POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
Generalmente en las novelas hay una historia de amor. En
esta, los negocios reemplazan al amor. Los intereses entran a jugar un papel
decisivo y se emparenta en este caso, con la obra famosa de Benavente, Los
Interese Creados. El personaje central, Mauro Larrea, trata de llegar a esos
amores, pero la contraparte no está interesada en ellos, de ahí que se frustra
este acercamiento, como los demás que figuran en la novela, pues se trata de
historias de amor truncas, fracasadas, que están dando sus últimos hervores por
lo menos para la convivencia. Soledad es el encanto femenino personificado,
pero no baja de las alturas en que se encuentra, movida por una parte en cargar
el problema de su esposo enfermo y de su capacidad para los negocios. Por otra parte, la autora ha hecho una muy
buena investigación sobre la época en que se desenvuelve la acción, con un
contexto muy definido que le da el calor y el sabor de la vida que se llevaba
en esa época esclavista. Se pasea por México, la Habana y Jerez, constituyendo
la tela de su narración, siempre ceñida a una realidad dada, tanto en lenguaje
como en circunstancias y lugares. En ningún momento se pierde la atención, pues
siempre pasa algo. Es una novela -novela, sin más arandelas. Con una historia
propia que se desenvuelve en la medida en que se inserta en una época muy bien descrita. Lo personajes también tiene
su trabajo de elaboración, para adquirir perfiles nítidos, como los personajes
centrales, Larrea y Soledad.
Dos peros : como el estilo narrativo es muy real, aparecen
hechos poco creíbles como la de hacer
pasar al protagonista Larrea como otra persona, engañando cándidamente a la
contraparte, como si se tratara de ángeles que se dejan engañar así como así . Sin verificar siquiera, por sus documentos, si se trataba de la misma
persona que ellos buscaban. Y de otra parte, apela a un lenguaje demasiado
elaborado que lo falsea y lo imposta quitándole la naturalidad de lo
cotidiano.