viernes, 20 de noviembre de 2015

LA CORTE LEGISLADORA

 
POR: RAUL PACHECO BLANCO.
En un principio el poder legislativo se encargaba de legislar como expresión del pueblo, el cual le delegaba esa atribución. Luego entró en  juego el ejecutivo quien  a base de diversos mecanismos como las facultades extraordinarias, la potestad reglamentaria  y los estados de excepción, se arrogaba ese poder que parecía solo diseñado por Montesquieu  para el legislativo. Y por último, luego de todo un proceso dejó en manos del poder  judicial la capacidad de ser el árbitro, de decir la última palabra en derecho y terminó  con avances significativos sobre su capacidad  legislativa. Entonces el judicial se dedicó a legislar. Ahí tenemos el caso de la adopción por parte de parejas homoparentales, las cuales podrán ejercer ese derecho. En este último caso, procedieron a derogar, así como suena, el art 42 de la constitución, el cual dice que la familia solo puede ser compuesta por una pareja de hombre y mujer. Ya en anteriores ocasiones la Corte se había abstenido de tomar partido, reconociendo que tal atribución sólo le correspondía al Congreso y, que por lo tanto, a él se remitía para que produjera la reforma constitucional. Pero el Congreso se lavó las manos, hizo mutis por el foro y dejó expósita una situación que la fue llenando la Corte Constitucional con fallos que allanaban el camino y colocaban un lecho o piso jurídico para tratar de reformar la constitución sin que se notara. Es lo que acaba de hacer.  Los jueces constitucionales en este caso no hicieron justicia, no trataron de interpretar la constitución, de respetarla, sino simplemente procedieron a crear un nuevo derecho de tipo no legislativo sino jurisprudencial. La jurisprudencia pues se convierte en acto legislativo y el Congreso solamente debe consagrar en una ley, si acaso fuere necesario, pues sino, se deja la constitución con su art 42 vigente, con el valor entendido de que es una simple formalidad y no un derecho real. Los papeles se cambian y se opta por un sabio método que envuelve también la anulación de cualquier control posterior porque para qué, si la Corte ya ha fallado con anticipación. Y las normas constitucionales no harán tránsito en el congreso, con los ocho debates correspondientes, sino que salen de la Corte Constitucional, bien calientes, con más sabiduría y ya con control constitucional, para que el Congreso proceda a convertirlas en leyes de la república, pero como una simple formalidad, porque lo cierto es que la Corte ha señalado cual es la constitución y punto.

EMBOLADA DE SANTANDEREANO


 

POR:  RAUL  PACHECO   BLANCO.

                            

Cuando yo prestaba servicio militar en la escuela de Infantería de Usaquén un día corríamos a trote limpio y al pasar por un sitio debajo de un árbol, un sargento les decía a sus soldados: y ahora al embolar las botas no les vayan a dar una embolada de santandereano. Me quedé  con la duda. Y traté de recordar algo que pudiera constatar esa realidad que el sargento paisa daba por sentado. Tardé varios días indagando por aquí y por allá y nada. Pero otro día, al salir del dormitorio y coger el amplio camellón que llevaba hasta la entrada del cuartel, me topé con el mismo sargento que daba la prédica a sus soldados, a todo volumen, con voz de mando y me quedé escuchándolo, absorto, tratando de descubrir el secreto de la embolada de santandereano. Y Me apunté por donde era, porque el sargento a renglón seguido y dando instrucciones sobre cómo se debían cuidar las prendas militares, les decía a los soldados: y las botas las deben embolar echándoles betún a toda su extensión y no hagan como los santandereanos que solamente embolan la pura puntica. Inmediatamente me acordé de mi papá y de las escasas ocasiones en que lo vi embolando sus zapatos: en realidad no le echaba betún sino a la pura punta. Y lo demás era puro cepillo y un trapito para terminar la poderosa embolada. Y pasaron los días en el cuartel, el frio que realizaba la ronda nocturna por entre las camas, la voz de mando del comandante de la compañía que gritaba a las cinco de la mañana: a levantarse la compañía y empezaba a tirar cobijas por donde pasaba. Y luego al  baño, en donde la ducha de agua helada  lo ponía a uno a temblar , pero le despertaba una fuerza de búfalo para enfrentar la faena del día, que podía cobijar una caminata hasta La Calera para acampar allí, hubiera buen tiempo o estuviera lloviendo a cántaros. Luego venía la postura del uniforme de fatiga y desde luego las botas. Y sin darme cuenta, ese día tomé una de las botas y me la fui colocando en la medida en que me iba dando cuenta de que no la tenía embolada sino en la pura punta. De todo esto me acordaba al pasar por el parque San Pio y ver a la gorda de Botero ”embolada” a pedazos en las partes bajas de la escultura y no en las partes altas.

 

martes, 3 de noviembre de 2015

REGRESO A LOS AÑOS CUARENTA.


 
POR: RAÚL PACHECO BLANCO.

 

Parece que hoy estuviéramos en los años cuarenta del siglo pasado. Cuando llegaba a la presidencia Eduardo Santos, dueño del principal diario del país, El Tiempo, e intelectual de altos quilates. Entraba a reemplazar a Alfonso López, quien salía de la presidencia con gran prestigio por haber hecho la revolución en marcha, plasmada en la reforma de 1.934 y en leyes como la de tierras. Nombraba como ministro de hacienda, decreto 1451, a Carlos Lleras Restrepo, quien se retiró al poco tiempo, pero dada su importancia lo volvió a nombrar en 1.941. De Eduardo Santos decía Alfonso López Michelsen que había llegado a ser el nombre más poderoso del país, pues jugaba tanto en lo público como en lo privado. Carlos Lleras era el hombre de confianza de Eduardo Santos a juzgar por los papeles que lo puso a hacer como llevarlo tanto al gobierno como a la dirección de El Tiempo, de acuerdo con las circunstancias del momento.  A su vez Alberto Lleras era el hombre de confianza de la casa López y exaltado como Ministro de Gobierno, tuvo que enfrentar el frustrado golpe de estado del coronel Diógenes Gil. Pero a éste sólo le paró bolas el capitán Quintero en la Quinta Brigada de Bucaramanga, dándole muerte por cierto al coronel Guarín, comandante a la sazón de la brigada. De ahí que lleve su nombre la plaza Guarín de Bucaramanga y quien se resistía a llevar adelante las locuras del célebre capitán de Bochalema. Se aprecia ahí la aceptación de la línea dinástica por parte de las dos familias, las cuales se subordinaron entre sí, cosa que no hicieron ni Gabriel Turbay ni Jorge Eliecer Gaitán y de ahí que les fuera como a los perros en misa :  el veto tanto de López como de Santos los dejó librando su propia batalla, perdiéndola ambos. Ahora la casa Santos vuelve a proteger a la casa Lleras por intermedio de Germán Vargas Lleras, para que llegue a la presidencia en 2018. Así no se pierde la continuidad de familia que viene desde el siglo XIX con don Lorenzo María Lleras, continúa con Alberto y Carlos y ahora con German. La familia López que ya dio dos presidentes no ha tenido la continuidad correspondiente, pero mantiene su influencia política a través de la revista Semana de propiedad de López Caballero. Luego el paisaje familiar de estos años del siglo XXI es muy parecido al de los años cuarenta del siglo pasado.

EL LOPISMO



POR:  RAUL  PACHECO BLANCO.

 

La izquierda dentro del liberalismo puede estar encontrando su propia ruta. Ya se hicieron esfuerzos cuando entró en la lisa el Polo Democrático y llevó a la alcaldía tanto a Moreno Díaz como a Petro. Y silenciosamente se le fue adhiriendo el samperismo, quizá con ánimo burocrático pero al fin de cuentas con alguna afinidad de tipo ideológico. En todo caso Ernesto Samper se hizo fuerte en la burocracia y no obstante la mala imagen que tiene, el mueve sus fichas permanentemente. Y se presentó  luego la coyuntura de la elección de alcalde para Bogotá  y alrededor de Clara López se fue haciendo la tropa de esa izquierda que va de Samper, pasando por Serpa, por Gómez Méndez , y los hijos de López Michelsen, los López Caballero, entre otros. No fue exitosa esa eventualidad, pero ahí quedó flotando el nombre de Clara López.  Luego alrededor de Clara López puede llegar a reencarnarse el viejo lopismo, para entroncar con la tradición del viejo artesano radical don Ambrosio López, para seguir con López Pumarejo y luego con López Michelsen. Esa ruta que hizo popular al liberalismo y que le sirvió para ganar toda clase de elecciones y que viene de la revolución en marcha, se vino al suelo por una parte por la acción de la guerrilla, que diabolizó cualquier propuesta izquierdista y por otro lado, por la irrupción de la derecha liberal encarnada por Alvaro Uribe y luego por Juan Manuel Santos. Pero si se logra la paz para las próximas elecciones veremos en movimiento ese viejo lopismo alrededor de Clara López. Y si bien puede no irle bien en esa primera tentativa, sobre todo enfrentada a una candidatura tan sólida como la de German Vargas Lleras, puede insistir para la siguiente, cuando se esté cocinando la reelección de Vargas Lleras. Y ante el desgaste de la misma y ya sin la guerrilla como elemento disuasivo, puede ser el momento para el regreso del lopismo envuelto en el papel celofán de la izquierda. Porque en medio  de todo  nadie sabe para quién trabaja y todo lo que podría cosechar la guerrilla ya como partido político, se lo llevaría esta izquierda criolla, ya conocida por la afición. Así que la gran beneficiaria de toda esta movida vendría a ser la casa López, alrededor de doña Clara, la heredera del viejo lopismo. Luego todo el trabajo guerrillero de cincuenta años lo entraría a capitalizar el viejo lopismo después de tantas muertes y tanto sudor y lágrimas.

LA REFRENDACIÓN DE LOS ACUERDOS



 
POR: RAÚL PACHECO BLANCO.

 

Desde el primer momento la guerrilla ha querido la asamblea constituyente como instrumento para   refrendar los acuerdos de paz. El gobierno por su parte el referendo y ahora un bloque de parlamentarios el plebiscito. Pero la misma constitución se encarga de señalarnos cual es el mecanismo más idóneo. Dos de estos mecanismos sirven para reformar la constitución: el referendo y la asamblea. El plebiscito no. Y se trata precisamente de una reforma para que puedan encajar en ella las determinaciones que se tomen en el proceso de la Habana.  El plebiscito consiste en la aprobación o desaprobación que hace el pueblo de una propuesta del gobierno. Y la ley 134 de 1.994 lo define como “el pronunciamiento del pueblo convocado por el presidente de la república, mediante el cual apoya o rechaza una determinada decisión del ejecutivo”. El ámbito dentro del cual se mueve esta disposición es el del ejecutivo y nada tiene que ver con reformas constitucionales. Es cierto que este mecanismo se utilizó en el año de 1957 para aprobar el acuerdo de los partidos en torno a la creación del Frente Nacional. Pero en ese momento estaba vigente la constitución del 86 y no la del 91. En cuanto a la asamblea constituyente la constitución no la trae como un mecanismo de participación democrática sino como una de las tres formas de reformar la constitución. La asamblea constituyente se convoca para entrar a debatir los temas que el Congreso le señale, lo mismo que el periodo de la misma y la composición (art 376). Hay que anotar que aquí no se lleva un texto aprobado ya, tanto por el ejecutivo como por el legislativo, sino que le encomienda a la asamblea constituyente la tarea de hacerlo. Eso sí, bajo los límites impuestos por el legislativo. Como podemos verlo este no es el caso de los acuerdos con la guerrilla, pues de la Habana sale ya un texto lo suficientemente estudiado y cocinado, al cual no se le pude agregar una sola coma, porque ha sido fruto de un acuerdo entre dos partes. ¿Luego para qué se convoca una asamblea en donde no hay espacio para la deliberación, pues ya todo está pautado de antemano? El art 378 establece que por iniciativa del gobierno o los ciudadanos podrá someter a referendo un proyecto de reforma constitucional y pude llegar a ser obligatorio cuando lo exija un 5% del censo electoral por tratarse de derechos fundamentales, participación popular y Congreso.