viernes, 5 de agosto de 2016

DE LA FAMILIA SOMOZA A LA FAMILIA ORTEGA.

 

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

 

Si algo ha sido difícil aclimatar en latinoamérica ha sido la democracia. Y ya no nos referimos a épocas tan lejanas como el siglo XIX, en que el modelo apenas daba sus primeros pasos. Nos referimos al siglo XXI y concretamente a Nicaragua. Allí no ha podido instalarse la democracia, pues sus dirigentes no la han digerido y los seguidores menos. Primero soportaron a Anastasio Somoza con todos los poderes posibles. Pero no solamente alcanzó para él, sino también para su familia que se constituyó en toda una dinastía. El padre legaba como una hijuela herencial el poder a sus hijos. Y del poder político se pasó también al poder económico y el hombre llego a ser una de las personas más ricas del mundo. Desde luego el mecanismo fue anular el esqueleto de la democracia al acabar con  la tridivisión de los poderes, al reunir en uno solo, el ejecutivo, la totalidad de los poderes. Y como reacción vino la guerrilla para propiciar la caída del dictador y del tirano, porque ya iba en esa etapa. Ahí es cuando surge el sandinismo, para hacerle honor al líder que precisamente Somoza mandó a liquidar. Y la guerrilla se impuso en cabeza de Daniel Ortega, quien no solamente llegó para quedarse, sino acompañado también de su familia. La revolución se tomó el poder y lograron algunas reformas de carácter social, para justificar su apego a la ideas socialistas. Sin embargo, no se implementó el comunismo, se le dio al capitalismo el giro popular para favorecer a las clases de menos ingresos. Pero si se avanzó en lo social, se volvió hacia atrás en materia política. Daniel Ortega impuso un régimen autoritario, en donde el judicial y el legislativo son apenas apéndices del ejecutivo. Y como si fuera poco, entra en escena su familia para rodearla de cargos públicos. Ahora su mujer es la heredera del caudillo tropical, e irá como vicepresidenta en la fórmula presidencial para el próximo periodo, que ya se convierte en una nueva reelección, hasta entrar a disputarle el privilegio de mantenerse por más tiempo en el poder del que tuvo Anastasio Somoza. Y viene el enriquecimiento, siguiendo el molde Somoza. Así que Nicaragua cambió solo de familia presidencial, pues si soportó un par de lustros a la familia Somoza, ahora tiene que soportar a la familia Ortega, que no tiene trazas de dar marcha atrás en su deseo de consolidar un régimen autoritario y familiar.