Lo cual quiere decir que el rasgo más acentuado de la
cultura china es ese apego a un poder centralizado, al cual no le entra la
modernidad, no obstante las barras bravas de occidente corean cualquier viso de democratización.
Pero las cosas no pasan de los atentados de la plaza Tianamen y la instalación de un régimen
parlamentario al gusto de los jefes comunistas
que copiaron la estructura de mando de la vieja Unión Soviética.
Volviendo a Sixi, contó con una suerte grande, pues siempre
le caía el poder en las manos o no dejaba escapar posibilidad alguna que le
diera la oportunidad de volver a ser la encarnación del mismo. Porque cuando hacía
falta secuestrar a un emperador o mandarlo matar, no le temblaba un solo
musculo de su cara oriental. Ella sin
embargo se abrió a occidente, como decíamos atrás, modernizó el país en cuanto
pudo. Se le adelantó pues un tanto a Kissinger, quien fue el abanderado del
acercamiento a China, cuando fungía de secretario de estado de Ricard Nixon en
Estados Unidos. Y el terreno estaba abonado. Resulta también interesante ver el
destino de las relaciones con países como Japón, el cual quería engullírsela,
lo mismo que el resto de países occidentales quienes suspiraban permanentemente
por un pedazo de tierra china.
Sixi emperatriz realizó
una tarea muy parecida a la de Pedro el Grande en Rusia, cuando para
occidentalizarla, construyó la ciudad de
san Petersburgo a imagen y semejanza de una urbe europea. En ese mismo orden de ideas, la autora, siendo
china, se educó en Inglaterra y por lo tanto tiene una mirada bastante benévola
con relación a los países occidentales.
La obra dispone de una amplísima bibliografía que maneja con
cierta maestría y siendo su lectura por demás amena y provechosa.
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