sábado, 1 de noviembre de 2014

SIXI EMPERATRIZ

POR:  RAÚL  PACHECO  BLANCO.

 Leyendo la biografía de Cixi emperatriz, de la escritora Jung Chang de la misma nacionalidad china, se ve uno inmerso en la China profunda, ceñida a cánones muy fuertes como el sometimiento al emperador, con un sentimiento de estar frente a la misma divinidad  y por lo tanto, sujeto de culto y de cohesión social. Sixi se da el lujo de maniobrar allí en el imperio desde su condición de concubina del emperador, luego de haber sido sometida a escrutinio riguroso para  poder formar parte de ese grupo de personas que estaban allí, como un semental, dispuesto a complacer los gustos y caprichos del emperador, y bajo la complaciente mirada de la emperatriz esposa.  Ahí uno se explica por qué la republica china, después de la muerte de Cixi duró  tan corto tiempo la recién inaugurada república y se fue a la guerra, cuando se enfrentaron los ejércitos de Mao y de Chiang  Kai.-Shek . Para terminar con la victoria de Mao y la instalación de la república popular de China. Le deja ver, cómo no ha existido allí democracia alguna y por lo tanto ha sido tan difícil que logre aclimatarse en tan vasto territorio. El sentido del poder que tenían los emperadores chinos, en donde nada se les escapaba, pasó de largo para instalarse en el gobierno comunista, con unos jefes y un partido que centralizaban todo el poder, como lo hacían los emperadores de la dinastía Quing.

Lo cual quiere decir que el rasgo más acentuado de la cultura china es ese apego a un poder centralizado, al cual no le entra la modernidad, no obstante las barras bravas de occidente  corean cualquier viso de democratización. Pero las cosas no pasan de los atentados de la plaza  Tianamen y la instalación de un régimen parlamentario  al gusto de los jefes comunistas que copiaron la estructura de mando de la vieja Unión Soviética.

Volviendo a Sixi, contó con una suerte grande, pues siempre le caía el poder en las manos o no dejaba escapar posibilidad alguna que le diera la oportunidad de volver a ser la encarnación del mismo. Porque cuando hacía falta secuestrar a un emperador o mandarlo matar, no le temblaba un solo musculo de su cara oriental.  Ella sin embargo se abrió a occidente, como decíamos atrás, modernizó el país en cuanto pudo. Se le adelantó pues un tanto a Kissinger, quien fue el abanderado del acercamiento a China, cuando fungía de secretario de estado de Ricard Nixon en Estados Unidos. Y el terreno estaba abonado. Resulta también interesante ver el destino de las relaciones con países como Japón, el cual quería engullírsela, lo mismo que el resto de países occidentales quienes suspiraban permanentemente por un pedazo de tierra china.

Sixi emperatriz realizó  una tarea muy parecida a la de  Pedro el Grande en Rusia, cuando para occidentalizarla,  construyó la ciudad de san Petersburgo a imagen y semejanza de una urbe europea.  En ese mismo orden de ideas, la autora, siendo china, se educó en Inglaterra y por lo tanto tiene una mirada bastante benévola con relación a los países occidentales.

La obra dispone de una amplísima bibliografía que maneja con cierta maestría y siendo su lectura por demás amena y provechosa.

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