POR: RAÚL PACHECO BLANCO.
Un gobierno siempre busca, por encima de todo, una
legitimidad. Por eso el sistema parlamentario pone en práctica una legitimidad
al minuto con la moción de censura, por
medio de la cual puede derribar al primer ministro, cuando pierda el apoyo del
parlamento y desde luego, cuando la opinión pública se manifieste de alguna
forma . El sistema presidencial en cambio, maneja una legitimidad extendida,
como un chicle, pues no contempla la
moción de censura y así, por más de que pierda favorabilidad y su prestigio se
encuentre en cero, no puede ser derribado por el parlamento. Pero eso le da un
margen de permanencia que le garantiza ponerse al día en su obra de gobierno. Cuando existe
vicepresidente, el presidente se da el lujo de escogerlo y le impone
prácticamente al electorado su candidato, que así salga de una convención o de una consulta
popular, generalmente la decisión es tomada de antemano por él, pues es el jefe
del partido y por lo tanto con capacidad de mando para tomar una decisión como
ésta.
De ahí que la propuesta consista en darle una mayor
legitimidad al presidente para que nombre como vicepresidente al candidato que
obtuviere la segunda mejor votación, pero no al vicepresidente de la dupla,
sino al que figura como candidato a presidente. En esta forma, entra al
gobierno el partido o movimientos que obtengan la mejor votación luego de la
ganadora. Aquí sería el pueblo el que directamente escogería a su
vicepresidente, sin que exista la imposición de un vicepresidente por parte de quien lo haya
propuesto, promovido y sacado adelante, bien sea en la convención de su partido
o por consulta popular. Ahora, si por algún motivo el candidato que saca la
segunda votación no quiere incorporarse al gobierno, bien puede dejar el campo
libre para el siguiente candidato que le siguiere en votos e irse a la oposición.
La fórmula presidencial compuesta se prestaba para
articular el bipartidismo, pero vemos que
hoy en día el bipartidismo no se da y, antes por el contrario, se impone una amplia gama de
partidos y de movimientos políticos. Luego para esta nueva sociedad política le
va mejor este modelo, pues en el primero el que ganara se iba al gobierno y el
que perdiera se iba a la oposición. Ahora se imponen las coaliciones y de ahí
que este nuevo sistema de presidencialismo de doble elección, para llamarlo de
alguna manera, refleja mejor la realidad política que vivimos. Miremos no más
el mapa colombiano en sus últimos gobiernos y los diferentes partidos no
quieren irse a la oposición, sino quedar dentro del gobierno. Este es el caso
del actual gobierno del presidente Santos.
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