lunes, 3 de noviembre de 2014

LA VISITA DEL PRINCIPE Y LA DUQUESA


POR: RAUL  PACHECO  BLANCO.

 

El príncipe Carlos ha sido definido como un “pelmazo”. Lo cual quiere decir, que es pesado, lento, molesto. Pero yo agregaría que el sujeto mejor vestido del planeta, el más elegante, pero desde luego sin ninguna clase de carisma. De otra parte, tiene una infinita paciencia, pues ha esperado toda la vida la muerte de su madre que se quedó  viva para siempre y la línea de sucesión se interrumpió ahí, justo, cuando le tocaba el turno. Aunque viéndolo bien,  todavía le quedan unos años para hacer su palomita. Para algunos se portó como un auténtico pelmazo cuando dejó de lado a la princesa Lady Didi, la más bella princesa que ha tenido el Reino Unido en las últimas décadas, con la cual soñaban hasta galanes del mundo subdesarrollado. Era el amor platónico de los amantes desafortunados de todo el planeta. Pero no solamente por haber dejado a la princesa Diana con los crespos hechos, sino haberla cambiado por la otoñal marquesa de Cornualles, cuyos encantos eran cotizados a  la baja en la bolsa de la belleza y el glamour. Eso no se lo perdonaba nadie. El príncipe jugó su carta y el tiempo aunque no le dio la razón lo mantuvo vivo, cuando en una hora aciaga la princesa Diana, en medio de su escarceos nocturnos perdió la vida sacándole el cuerpo a los paparazzis. Y ahí se le despejó la vida al príncipe quien pudo ya tranquilo respirar al lado de la duquesa. Y la duquesa es elegante y tiene su carisma. Pero sobre todo, le da aliento al príncipe, como que juega para él, para crearle una imagen, para hacerlo cercano, para traerlo del lado de acá. Eso se vio en la visita : ella estaba siempre atenta a que el príncipe gozara con lo que estaba haciendo en  Colombia, lo miraba con cierta ternura, como si se tratara de un hijo con problemas. Le ponía toda la luz que ella pudiera soltar de sus parcos encantos para  resaltar un tanto la pesada estampa del príncipe. Esa ternura de madre y en este caso de amante ha sido lo que ha salvado al príncipe de que perdiera toda capacidad de contacto con la gente. Si ella no está, el príncipe no existe. Eso fue lo que vio el príncipe cuando se enamoró  de Camila y dejó de lado a Diana, pues al lado de esta quedaría opacado de por vida, mientras que con Camila, el sol se le ponía de frente y lo alumbraba.


POR: RAUL  PACHECO  BLANCO.

 

El príncipe Carlos ha sido definido como un “pelmazo”. Lo cual quiere decir, que es pesado, lento, molesto. Pero yo agregaría que el sujeto mejor vestido del planeta, el más elegante, pero desde luego sin ninguna clase de carisma. De otra parte, tiene una infinita paciencia, pues ha esperado toda la vida la muerte de su madre que se quedó  viva para siempre y la línea de sucesión se interrumpió ahí, justo, cuando le tocaba el turno. Aunque viéndolo bien,  todavía le quedan unos años para hacer su palomita. Para algunos se portó como un auténtico pelmazo cuando dejó de lado a la princesa Lady Didi, la más bella princesa que ha tenido el Reino Unido en las últimas décadas, con la cual soñaban hasta galanes del mundo subdesarrollado. Era el amor platónico de los amantes desafortunados de todo el planeta. Pero no solamente por haber dejado a la princesa Diana con los crespos hechos, sino haberla cambiado por la otoñal marquesa de Cornualles, cuyos encantos eran cotizados a  la baja en la bolsa de la belleza y el glamour. Eso no se lo perdonaba nadie. El príncipe jugó su carta y el tiempo aunque no le dio la razón lo mantuvo vivo, cuando en una hora aciaga la princesa Diana, en medio de su escarceos nocturnos perdió la vida sacándole el cuerpo a los paparazzis. Y ahí se le despejó la vida al príncipe quien pudo ya tranquilo respirar al lado de la duquesa. Y la duquesa es elegante y tiene su carisma. Pero sobre todo, le da aliento al príncipe, como que juega para él, para crearle una imagen, para hacerlo cercano, para traerlo del lado de acá. Eso se vio en la visita : ella estaba siempre atenta a que el príncipe gozara con lo que estaba haciendo en  Colombia, lo miraba con cierta ternura, como si se tratara de un hijo con problemas. Le ponía toda la luz que ella pudiera soltar de sus parcos encantos para  resaltar un tanto la pesada estampa del príncipe. Esa ternura de madre y en este caso de amante ha sido lo que ha salvado al príncipe de que perdiera toda capacidad de contacto con la gente. Si ella no está, el príncipe no existe. Eso fue lo que vio el príncipe cuando se enamoró  de Camila y dejó de lado a Diana, pues al lado de esta quedaría opacado de por vida, mientras que con Camila, el sol se le ponía de frente y lo alumbraba.

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