POR: RAUL PACHECO BLANCO.
El príncipe Carlos ha sido definido como un “pelmazo”. Lo
cual quiere decir, que es pesado, lento, molesto. Pero yo agregaría que el
sujeto mejor vestido del planeta, el más elegante, pero desde luego sin ninguna
clase de carisma. De otra parte, tiene una infinita paciencia, pues ha esperado
toda la vida la muerte de su madre que se quedó viva para siempre y la línea de sucesión se
interrumpió ahí, justo, cuando le tocaba el turno. Aunque viéndolo bien, todavía le quedan unos años para hacer su
palomita. Para algunos se portó como un auténtico pelmazo cuando dejó de lado a
la princesa Lady Didi, la más bella princesa que ha tenido el Reino Unido en
las últimas décadas, con la cual soñaban hasta galanes del mundo
subdesarrollado. Era el amor platónico de los amantes desafortunados de todo el
planeta. Pero no solamente por haber dejado a la princesa Diana con los crespos
hechos, sino haberla cambiado por la otoñal marquesa de Cornualles, cuyos
encantos eran cotizados a la baja en la
bolsa de la belleza y el glamour. Eso no se lo perdonaba nadie. El príncipe
jugó su carta y el tiempo aunque no le dio la razón lo mantuvo vivo, cuando en
una hora aciaga la princesa Diana, en medio de su escarceos nocturnos perdió la
vida sacándole el cuerpo a los paparazzis. Y ahí se le despejó la vida al
príncipe quien pudo ya tranquilo respirar al lado de la duquesa. Y la duquesa
es elegante y tiene su carisma. Pero sobre todo, le da aliento al príncipe,
como que juega para él, para crearle una imagen, para hacerlo cercano, para
traerlo del lado de acá. Eso se vio en la visita : ella estaba siempre atenta a
que el príncipe gozara con lo que estaba haciendo en Colombia, lo miraba con cierta ternura, como
si se tratara de un hijo con problemas. Le ponía toda la luz que ella pudiera
soltar de sus parcos encantos para resaltar
un tanto la pesada estampa del príncipe. Esa ternura de madre y en este caso de
amante ha sido lo que ha salvado al príncipe de que perdiera toda capacidad de
contacto con la gente. Si ella no está, el príncipe no existe. Eso fue lo que
vio el príncipe cuando se enamoró de
Camila y dejó de lado a Diana, pues al lado de esta quedaría opacado de por
vida, mientras que con Camila, el sol se le ponía de frente y lo alumbraba.
POR: RAUL
PACHECO BLANCO.
El príncipe Carlos ha sido definido como un “pelmazo”. Lo
cual quiere decir, que es pesado, lento, molesto. Pero yo agregaría que el
sujeto mejor vestido del planeta, el más elegante, pero desde luego sin ninguna
clase de carisma. De otra parte, tiene una infinita paciencia, pues ha esperado
toda la vida la muerte de su madre que se quedó viva para siempre y la línea de sucesión se
interrumpió ahí, justo, cuando le tocaba el turno. Aunque viéndolo bien, todavía le quedan unos años para hacer su
palomita. Para algunos se portó como un auténtico pelmazo cuando dejó de lado a
la princesa Lady Didi, la más bella princesa que ha tenido el Reino Unido en
las últimas décadas, con la cual soñaban hasta galanes del mundo
subdesarrollado. Era el amor platónico de los amantes desafortunados de todo el
planeta. Pero no solamente por haber dejado a la princesa Diana con los crespos
hechos, sino haberla cambiado por la otoñal marquesa de Cornualles, cuyos
encantos eran cotizados a la baja en la
bolsa de la belleza y el glamour. Eso no se lo perdonaba nadie. El príncipe
jugó su carta y el tiempo aunque no le dio la razón lo mantuvo vivo, cuando en
una hora aciaga la princesa Diana, en medio de su escarceos nocturnos perdió la
vida sacándole el cuerpo a los paparazzis. Y ahí se le despejó la vida al
príncipe quien pudo ya tranquilo respirar al lado de la duquesa. Y la duquesa
es elegante y tiene su carisma. Pero sobre todo, le da aliento al príncipe,
como que juega para él, para crearle una imagen, para hacerlo cercano, para
traerlo del lado de acá. Eso se vio en la visita : ella estaba siempre atenta a
que el príncipe gozara con lo que estaba haciendo en Colombia, lo miraba con cierta ternura, como
si se tratara de un hijo con problemas. Le ponía toda la luz que ella pudiera
soltar de sus parcos encantos para resaltar
un tanto la pesada estampa del príncipe. Esa ternura de madre y en este caso de
amante ha sido lo que ha salvado al príncipe de que perdiera toda capacidad de
contacto con la gente. Si ella no está, el príncipe no existe. Eso fue lo que
vio el príncipe cuando se enamoró de
Camila y dejó de lado a Diana, pues al lado de esta quedaría opacado de por
vida, mientras que con Camila, el sol se le ponía de frente y lo alumbraba.
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