viernes, 2 de mayo de 2008

El Calvario del clientelismo

Por : Raúl Pacheco Blanco.

Generalmente a los políticos clientelistas les ha ido muy bien, gordos, colorados, de muy buena salud y que han pasado a la jubilación luego de haber llevado jugosas cuentas burocraticas, bajo la sombra de esos votos que se necesitan en un momento dado para que pase una ley. Algunos llevaban organigramas donde asentaban las entradas del dia y los iban acomodando de acuerdo con las movidas que salieran de los aquelarres políticos o de los conciliábulos de media noche para dar el golpe en la plenaria. Eran cuentas muy bien llevadas, donde cada quien hacía su balance para ver cómo estaba en Contraloría, o en Procuraduría y hacer el esfuerzo para mejorar la nómina. En eso estaba involucrada su suerte politica, porque de lo contrario sus huestes se desbandaban y la vuelta al Congreso se hacía demasiado incierta. De ahí su escasa preocupación por la participación en los debates, por la presentación de proyectos de ley madurados, por estar al dia en la vida del parlamento. Hasta ahora, todos los presidentes han comprado votos. No ellos, al menudeo, sino por obra de sus mozos de cuadra, que acomodan la bestia para que el estoque vaya hasta la empuñadura. Y no solamente votos, sino jueces, como fue el caso del expresidente Samper quien llenó hasta más no poder de cargos y auxilios al presidente de la comision de acusaciones Heyne Mogollón, para lograr su absolución. Y no pasó nada. Ahora Yidis Medina trató de seguir el esquema clientelista, con tan mala fortuna, que se enredó en él y resultó con proceso a bordo. Y lo peor: no le cumplieron. Eso para un politico clientelista es un crimen y por lo tanto desata pasiones de venganza, de castigo, de muera Sanson con todos sus filisteos. Ella cometió una primiparada, porque si se rodea de expertos, de aquellos que sestean en sus hatos ganaderos o sus fincas de reposo, luego de hilar delgado en el Congreso, podrían haberla asesorado para no terminar en tan triste balance, con el pecado y sin el género. Pero no. Y su novatada le salió cara. Ahora está ante la Corte Suprema como chivo expiatorio, cuando tantos parlamentarios han hecho lo mismo, a la sombra, sin que se sepa, como una “palomeada” rovirense al filo de la media noche. Inclusive la Corte tramitó varios procesos cuando el caso 8.000 y no prosperaron las demandas. El mal está en el clientelismo y en la falta de disciplina de partidos y más concretamente en la falta de verdaderos partidos que hagan valer sus políticas por encima de todo señuelo de contraprestación. Para eso existe la representación de partido. Si se quiere atajar un problema de estos, se debe legislar para que los parlamentarios no tengan cuota de poder en la burocracia, que esté prohibida esa participación. En este caso, el parlamentario resultaría inmune ante las presiones del ejecutivo porque no habría tela de donde cortar. ¿ Pero quien le pone el cascabel al gato? Y Yidis Medina se inmola en el altar del clientelismo, convirtiéndose en bomba de tiempo a punto de estallar, cuando cada quien se hace su examen de conciencia para saber en qué ha pecado, pero sin el propósito de la enmienda.

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