miércoles, 15 de enero de 2014

MEMORIAS DE GUSTAVO PINZÓN.



POR: RAÚL  PACHECO   BLANCO.

Uno se lo puede encontrar  sentado en una esquina con el bastón bajo las manos, tratando de descansar cuando  luego del saludo empieza a contar que se acaba de bajar de un  avión que lo llevó a Dubai ,  en donde visitó el edificio más alto del mundo y,  luego, en otro tiempo y en otra esquina, en la misma posición, pero ya no bajándose de un avión de Dubai  sino de la Patagonia, haciéndose  el congelado. Ha conocido mundo de aquí y de allá.  O acaba de llegar del África en donde “echamos pata” y él, con el bastón en la mano, impedido a medias luego del derrame cerebral que tuvo cuando en la academia de historia  y luego de haber ingerido “guarapo 18 años,” según su decir,   cayó  al suelo y solo vino a despertar con medio cuerpo semiparalizado. Pero eso no lo limitó  en lo más mínimo. Antes lo puso más en plan de “echar pata “ y conocer mundo.  Cuando no estaba impedido resolvió escribir sobre las constituciones provinciales de Santander durante la época del Radicalismo y tomó  su jeep y se fue a todas las poblaciones y  reunió  las constituciones  en un tomo que publicó  en edición de lujo y que servirá de texto de consulta para todas las generaciones. Y ahora que está impedido, se dedicó  asimismo y a su familia unas memorias que van desde las épocas de la violencia conservadora, cuando lo  sacaron del pueblo y cuando para tratar de sacarse la espina de la violencia conservadora ,  se salvó  de haber sido bautizado Liberal Pinzón González, sino no es por obra del cura que al momento de echarle las aguas bautismales se apiadó  de él e imploró que no lo pusieran así, mientras él lloraba presagiando la sal que le vendría por las encías de bebé . El espíritu santo lo salvó y le tocó esa suerte a uno de sus hermanos. Allí  en su libro, editado en Ibagué, cuenta lo que ha sido su vida, con dos matrimonios a bordo, unos hijos  ya grandes y un ánimo a toda prueba, porque desde que le dio el derrame no se queda quieto.   Lo que  no sabíamos  era de su vocación  religiosa y  su paso por el seminario , pero si bien fue llamado por el señor, no fue escogido, cosa que a él poco le importa, pues  más adelante  aprendería sobre la lucha  enconada entre el clero y los radicales, cuando él se consideraba tan radical por lo menos como don Nicolás Pinzón,   el fundador del Externado y paisano suyo  de Vélez.  Para paliar  las  penas  o para pasarlo bueno, aprendió  desde chiquito a tocar varios instrumentos, entre los cuales está  el acordeón  pero aprendido en la  fuente , allá en el César y las tierras costeñas,  que lo alejaban un tanto de las guabinas y de los bambucos de su tierra. Y si don Aquileo Parra pasaba por allí vendiendo bocadillos veleños,  él se lo pasaba tocando  acordeón en las parrandas vallenatas. Hoy no piensa sino en viajar, en subir y bajar  de los aviones, luego de conocer las maravillas del mundo para quedar grabadas en su memoria y luego dejar los recuerdos en las hojas de sus libros que ya son numerosos.

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