viernes, 22 de junio de 2012

EN SANTANDER LA ENVIDIA ES SILVESTRE.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. En Santander la envida es silvestre. No acaba alguien de insinuarse para ser director de la selección nacional, cuando aparece otro a desfigurarlo ante la opinión pública, demeritando las capacidades, que pueden ser en un momento dado, determinantes. Y se traen toda clase de argumentos, con el avieso propósito de detener la marcha de esa persona que quiere sacar la cara en una causa verdaderamente nacional, como dirigir la selección nacional. De ahí que uno no entienda cómo personas tan ocupadas como Sergio Rangel Consuegra, quien no solamente es periodista , sino también cultivador de palmera africana , productor de vinos y novelista , se dedique a desacreditar a sus compañeros de generación. De ahí que haya necesidad de desvirtuar la especie de no tener méritos en materia de fútbol. Yo me inicié en las inferiores del colegio de San Pedro Claver, cuando el hermano Arango nos inculcaba el afán de guerra entre Roma y Cartago. El balón era mi hermano, un balón de cuero, no como el de ahora que es de material sintético. La cancha era de pura tierra, en donde se armaban unas polvaredas dignas del desierto. Y aprendimos viendo a las estrellas de la época, los de Barranca, como Guillermo Duran y Cogollo. Y también se distinguían Aquiles Trevissi, Cabrales y Luis Triana, quienes tenían una concepción del fútbol totalmente individualista. Para entonces el balón se lo llevaba alguien y no lo soltaba : salía corriendo hasta donde pudiera y si podía, hacia el gol, de lo contrario lo perdía en las piernas de un jugador contrario. Yo era portero. Y hacia unas estiradas de palo a palo. Y llegaba a la casa con las piernas astilladas, llenas de arena y escaldaduras de sangre. Y entonces mi papá sacaba un rejo de tres servicios que mantenía debajo de la cama, para determinados eventos y déle. Con los Guzmán , Gonzalo y Ernesto, íbamos al estadio Alfonso López, para entrenar y ver además a los grandes porteros de la época, como Pedro Pinto, quien tenia pinta de carnicero y un bigotico hitleriano y era la admiración de Gonzalo Guzmán, para quien debía ser el mejor portero del mundo. Lo comparaba con Zamora, el español. Y el otro era Carvajal ,” Chichimoco”, de jugadas espectaculares, pues atajaba cualquier balón lanzándose al vuelo, como un pájaro, así el balón pudiera recibirlo de pie . Y además, también veíamos a “Chino” Luis, un zapatero remendón, quien llegaba a colocarse la pantaloneta y dentro de los pliegues de la misma se metía un cuchillo de zapatero. Con el cuchillo en la pretina, hacia bellezas con el balón , pues nadie se atrevía a acercársele. Era el mejor jugador de su generación, en esa época de la alta edad media del fútbol. Como yo me lo pasaba en esos ajetreos y no estudiaba, en el colegio me dieron el premio en deportes. Y el día de la sesión solemne, cuando me llevaron junto a mi madre para que me colocara la medalla, me dio un pellizco que todavía me duele y me dijo : sinvergüenza, ¡ esto lo arreglamos en la casa

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