sábado, 12 de mayo de 2012

LA DAMA DE COMPAÑÍA.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. En las épocas de la monarquía clásica la dama de compañía era una asistente personal de una reina, princesa o dama de la familia real. Y pertenecían a la nobleza pero desde luego en un rango inferior a la dama acompañada. Además, no se les consideraba como empleadas domésticas. Durante el reinado de los Tudor las damas de compañía se dividían en grandes damas, damas de la cámara privada , damas de honor y doncellas de cámara. Esa costumbre continuó vigente aun luego de haberse extinguido la monarquía y ya dentro de la vida burguesa, al no encontrar a quien coronar, buscaron hacer reinas de belleza y de ahí que en esos certámenes, se introdujo la costumbre de darle a cada una de las candidatas, una dama de compañía, para que se encargara del ajuar, de las chocheras de la niña y cosas por el estilo. Para otros menos influidos por la realeza, son simples chaperonas. Pero para los más tradicionales, vienen siendo sus damas de compañía. A las niñas muy necias, pues les dejan entrar a su mamá para que no vayan a hacer niñerías. Por extensión y dentro de esa mentalidad consumista de la sociedad, algunas niñas a quienes no les alcanza el sueldo para todas sus debilidades, sus pequeños y grandes lujos, pues se inventaron el cuento de la dama de compañía, ya no para acompañar a las reinas, sino simplemente para acompañar a los caballeros que vienen del exterior, para enseñarles la ciudad y sus encantos, tomar bebidas embriagantes con ellos, bailar, tolerarlos , cenar y por ultimo ir hasta el cuarto de hotel para desvestirlos y acostarlos. Hasta ahí pues se limita el trabajo de la dama de compañía, porque si se sigue más adelante, como las maromas en la cama, técnicas de relajamiento y demás, ya deben llamar a otras para que presten ese servicio. Ese trabajo es muy parecido al de las gheisas japonesas que simplemente deleitan al cliente, loa acompañan le tocan la citara pero no se acuestan. No obstante semejante alcurnia , sin embargo algunas damas han desfigurado el modelo, como la sanandresana Dania Suarez, quien no llevó al gringo hasta las instalaciones del hotel Caribe para tocarle la citara, ni arroparlo y acostarlo, sino a acostarse con él, no como dama de compañía, sino como dama de aguante, más cuando se trataba de uno detective rubios, corpulento, lleno de energías y educado para los peores trances. En orden sí, a lograr una perfecta sincronización para cuidar a su presidente expuesto como el que más a las agresiones de los terroristas. Más cuando se trataba de Cartagena, en donde existe una abundante población palestina y árabe, dispuesta a sacrificarse por su pueblo y sus creencias, con tal de pasaportar al presidente gringo. Nos queda la duda si en verdad el acto se consumó o simplemente el yanqui se le durmió y por eso al día siguiente no quiso pagarle la cuenta porque no hubo servicio. Y en cierto sentido, tenia razón. La mamá de la niña redefinió lo que se debe entender por puta, al señalar que cuando una mujer se entrega por amor sin recibir dinero, eso es ser puta. En cambio si recibe dinero, se trata de un trabajo como cualquiera otro enaltecido por Dios. Tanto madre como hija nos dieron cátedra de moral a todos los colombianos, al mostrarnos el error en que estábamos al considerar puta a quien se acuesta por dinero. A no ser que sea en dólares.

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