lunes, 21 de mayo de 2012

EL LIBERALISMO RECOBRÓ SU PROPIA DINÁMICA.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. El liberalismo siempre se ha movido a través de dos ejes que se manifiestan cíclicamente y le inyectan sabia nueva, o por lo menos nuevos arrestos para animar el juego político. Si analizamos su trayectoria durante todo el siglo XX estos ejes fueron los que aportaron la vitalidad que ha mantenido a través de tantos años y que le ha permitido mantenerse . Cuando el liberalismo pierde esos ejes, entra en una etapa de marasmo que no le permite avanzar. Esa lucha así entablada, alienta una legitimidad que se echa de menos cuando los períodos marchan sin discordias, cuando entra más en juego Mozart que Beethoven. Si analizamos esos ciclos que vienen desde los ejes iniciales de lopistas y santistas, los cuales dieron origen a la revolución en marcha y a la carta del 36, es decir, toda una renovación en materia ideológica y una puesta al día en materia constitucional, nos encontramos que tan pronto van decayendo unos, entran en relevo otros. De ahí que se diera bien pronto un relevo para entrar en la lucha de turbayistas y gaitanistas, fenómeno que fue breve, por la estrategia de López y Santos quienes liquidaron el binomio de relevo en un dos por tres, dejándolos que se despedazaron solos entre si con sus candidaturas. Pero luego los Lleras se contraponen al lopismo. Este surge para proponer fórmulas nuevas y oponerse al Frente Nacional, lo cual permitió revitalizar al partido liberal y colocar en el podio una candidatura presidencial como la de López Michelsen. Así como el gaitanismo aportó ideológicamente, lo va a hacer también el MRL de López Michelsen. Esos dos movimientos vigorizaron el aspecto programático del partido. Los ejes de nuevo aparecen con César Gaviria y Ernesto Samper, metidos ya en una lucha muy actual, porque manifestaba la lucha entre un neoliberalismo que se imponía a nivel mundial y una corriente socialdemócrata que luchaba para no quedarse estancada. Viene luego una interrupción de ocho años con la aparición de Alvaro Uribe, quien realiza la misma estrategia de López Michelsen y de Luis Carlos Galán, de organizar disidencias para luego cargar a fondo contra el oficialismo y terminar venciéndolo. Pero ya instalado en el poder, Uribe da un viraje hacia la derecha y abandona las tradicionales doctrinas del liberalismo, lo que le permite la alianza con otras fuerzas que terminan amalgamándose en una sola, el uribismo, o partido de la U. Sin embargo, apareció de nuevo el eje que faltaba y el mismo Uribe lo aportó al apoyar la candidatura presidencial de Juan Manuel Santos. Y ya en el poder, Santos volvió sobre si mismo, y se dedicó a construir el santismo, ya aggiornado, con visos de tercera vía. Y con él, el liberalismo recobra su vieja dinámica, de constituir dos fuerzas, que al mismo tiempo que mantienen el fervor político, lo alientan también bajo el punto de vista ideológico. Acá, el santismo busca conectarse con las raíces de ese liberalismo del treinta, que tanto le aportó en frescura ideológica y en fervor popular. Ya al presidente Santos se le tacha de populista, por su formula sobre las casas gratis y por su política internacional. En todo caso, no cabe duda de que el liberalismo recobró su aliento, aquel que le faltaba para seguir su trayectoria política. Es decir, dividirse para hacerse fuerte.

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