POR: RAUL PACHECO BLANCO:
El liberalismo era el partido mayoritario en Colombia desde los años treinta, ininterrumpidamente, pues los gobiernos conservadores que hubo en los momentos de crisis, el liberalismo seguía siendo la fuerza dominante. Vivió todo el tiempo del gran aliento que le dio López Pumarejo con la constitución de 1.936 y se apoderó de las plazas públicas, de la prensa, de la radio, hasta de los púlpitos. Pero vino la irrupción de Alvaro Uribe que le planteó una disidencia más importante que la de Jorge Eliécer Gaitán, López Michelsen o Luis Carlos Galán, pues no solamente lo venció en las urnas, sino que lo dejó fuera de foco, le planteó una alternativa doctrinaria y lo sometió a una minoría que hoy se debate lánguidamente en la candidatura de Rafael Pardo.
Desde luego habría que preguntarse si el fenómeno Uribe es eminentemente transitorio, o por el contrario, arraiga y sigue vigente. Es claro que no lo será en manos de Juan Manuel Santos, ni de Vargas Lleras, sino como sedimento popular, como lo fue el gaitanismo en su época, en este caso como expresión de la derecha. ¿ Si el uribismo desaparece con el cambio de gobierno y llega a las manos de Santos, el liberalismo podría llegar a recuperar su preponderancia? Es una pregunta de difícil respuesta, pues el liberalismo popular ya no es gaitanista, ni siquiera serpista, sino uribista .
Porque Uribe es la expresión de un quiebre doctrinario, que hasta el momento no había tenido, pues si bien es cierto se consideraba un partido de matices, estos eran de izquierda. Así que las dos grandes líneas que se han disputado el poder dentro de su s filas, el lopismo y el santismo, que luego se convirtió en turbayismo y gaitanismo, para luego seguir jugando entre López Michelsen y los Lleras, hasta consolidarse la línea neoliberal con César Gaviria y como expresión de izquierda, muy lánguida por cierto, de Ernesto Samper y Horacio Serpa, la tendencia fuerte se fue hacia la derecha con Alvaro Uribe. Así que Alvaro Uribe representa el golpe más fuerte que ha recibido el liberalismo a través de su historia, bajo el punto de vista doctrinario y de ahí que la posición de Cesar Gaviria lo honra al tratar de rescatar la esencia doctrinaria , hacia un liberalismo más de centro. Pero desgraciadamente Cesar Gaviria se quedó con el honor doctrinario, pero Uribe se quedó con las masas. Y cuando se arman equipos tan fuertes como el que ha logrado armar Uribe, con un mentor ideológico como lo es José Obdulio Gaviria, a quien hay que reconocerle cierto rescate intelectual de la faena política, así lo descalifiquen bajo un enfoque policivo, según la oposición, aporta ideas al debate político y se mueve sobre carriles ideológicos con alguna coherencia.
Al no aprobarse el referendo, el uribismo de primera generación pasará a la historia, pero le quedará cuerda para prender en el de segunda generación, encarnado en sus exministros. . Actualmente se vive es cierto, un estado de opinión, eso hay que reconocerlo, pero desde luego, está basado en un caudillismo que Uribe ha tratado de convertir en un movimiento doctrinario alrededor de la seguridad democrática. La Corte Constitucional quiebra ese estado del alma que se vive en Colombia a través de Uribe, así esté golpeado duramente por los decretos de emergencia social, abortando ese parto democrático y antiliberal, con la segunda reelección de Uribe. Colombia por lo tanto , pasó esa expectativa, que era una especie de cruce de caminos, en que tanto podía suceder una cosa u otra.
Pero todo lo anteriormente dicho nos lleva a afirmar que el liberalismo no tiene ninguna clase de juego en esta oportunidad. Pues el juego se centrará entre Juan Manuel Santos y Noemí Sanín, es decir, el uribismo y el post-uribismo. Alrededor de uno y otra, los demás partidos deberán jugar sus cartas, para poder tener alguna opción de poder, por cuanto se ve actualmente el desgano que existe por asumir una línea de oposición vertical, como alternativa de poder a largo alcance. La política se ha mediatizado.
Así que el liberalismo” se jodió “ con Álvaro Uribe.
viernes, 26 de febrero de 2010
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