viernes, 28 de agosto de 2009

NI SIQUIERA EL CIERRE DEL CONGRESO.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

La evolución del sistema político a que se aspiraba con la nueva constitución del 9l no se dio y los partidos empezaron a desdibujarse en tal forma, que hoy son irreconocibles.
El trapo rojo se convirtió en un lastre, lo mismo que el azul, de acuerdo con los nuevos tiempos. Pero se empezó a echar de menos la disciplina de partido, la mística, el cuento de la doctrina y todo lo que sabemos. Porque en medio de ese sectarismo que se vivía, los partidos se alineaban como ejércitos y sus jefes eran jefes, ante quienes los demás temblaban. Y se llegaba a las votaciones sin necesidad de ley de bancadas porque todos votaban de acuerdo con su partido y ¡ ay ¡ de aquel que se saliera del orden. Y todavía mejor : nadie cobraba nada por su voto. Yo no voy a elogiar esa época que fue funesta para el país, pero sí resulta rescatable la mística y el espíritu de cuerpo que se respiraba para que nadie se separara de las pautas impartidas por los jefes. Y ¡ ay ¡ de que alguien cobrara un peso por su voto. Es que ni se concebía. Y tampoco se exigía como contraprestación necesaria una cuota burocrática, sino simplemente se tenían en cuenta los intereses del partido para adjudicar los cargos. Ahora hay que comprarlo todo : el voto, con moneda contante y sonante ; una embajada, adelantando una buena suma de dinero a la campaña, u otra contraprestación igual de jugosa; las notarias para revenderlas luego por parte de los compradores a titulo precario, con el fin de convertirlas en empresas manejadas por dos socios : el notario y el vendedor de la misma. Y con el producido, financiar la próxima campaña. Y así sucesivamente. Ni siquiera la popularidad y el poder del presidente Uribe fue suficiente para mantener la disciplina de la coalición de gobierno, pues se necesitó de la engrasada correspondiente, para que la maquinaria funcionara. Los parlamentarios resultaron vendiendo todo lo que podían ante el buen precio que pagaba el gobierno para consolidar sus políticas, llevándose de paso a sus propios partidos, como góndolas ciegas que solo vieran el dinero en medio de semejante naufragio moral. La separación de los poderes se fue a dormir a las páginas de la constitución y a la tumba de Montesquieu. El Congreso se convirtió en simple amanuense del presidente, a cambio de unas buenas tajadas en todos los órdenes de la administración. Y ya ni siquiera vale la pena revocar el Congreso, porque ya se hizo una vez y de ahí no resultó nada. Y menos ahora, cuando se debe marcar tarjeta para votar el referendo. Esta situación requiere una cirugía de fondo que permita por una parte, estructurar verdaderos partidos, con exigencias ideológicas y por otra, para defender el Congreso de las arremetidas en efectivo y en especie del ejecutivo. Por eso se impone una cura constitucional, convocando una Asamblea Constituyente , para que corrija todos estos vicios, que dejó intactos y aun mejorados , la constitución del 9l.

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