viernes, 14 de agosto de 2009

LAS MEMORIAS DE LOPEZ MICHELSEN.



POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Al empezar a leer las memorias de López Michelsen , me llegó un cierto aire proustiano, que encaja muy bien para contar la vida familiar. Más adelante comprobaría el influjo que tuvo López de Marcel Proust, cuando nos dice que se leyó todas las novelas que conforman su obra cumbre “En busca del tiempo perdido “y que es referencia obligada de muchas generaciones, tanto por las calidades literarias de la novela, como por el reflejo de una época.
Y me llamó la atención, cómo un hombre de izquierda como él, quiere dejar sentado por encima de todo, su linaje, citando aquí y allá sus parientes, todos muy prestantes en donde Ambrosio López, el sastre de las sociedades democráticas, viene a ser el único lunar dentro de esa genealogía y hasta le hace un comentario de reproche, por no haber estado a la altura de su talante de izquierda, sino antes calificándolo como un reaccionario.. Pero ahí están los Pumarejo, las Ibáñez, los Michelsen, para sacarlo adelante en cuanto a la pureza de sangre..
Si bien es cierto López Michelsen fue muy generoso a través de su vida en materia de
anécdotas de su vida, de esa pequeña historia que no se cuenta en los textos, lo que ahora relata nos sirve para formarnos una idea más aproximada de lo que fue en realidad, con esa gracia y ese placer que lo seducía para reírse de la gente y sacarle partido.
Sus memorias son de una amenidad que supera a mucho relato hecho en estilo novelado, que muchas veces se avanza difícilmente en su lectura. Con López no sucede eso. Se leen esas memorias de un solo tirón. Un ejemplo de esto lo encontramos en el relato que hace de personajes como Alfonso Villegas Restrepo, el fundador de El Tiempo, que es todo un personaje de novela, batiéndose a duelo con quien se le atraviese, hasta que el general Herrera lo pone en su sitio.
Igualmente despacha con trazo lúgubres a José Camacho Carreño, en quien pesaron más sus defectos de carácter, que sus calidades innegables en el manejo del idioma, bien sea en forma oral o escrita.
A Olaya Herrera lo pone en un papel bastante desabrido, por las jugadas que quiso hacerle a López Pumarejo, para tratar de embolatarle su candidatura presidencial del 36, en donde Laureano Gómez le sirvió en bandeja todo lo que pudo, decretando la abstención del conservatismo en dos elecciones cruciales, la presidencial y la parlamentaria , solo con el objeto de allanarle el camino a López y permitir su llegada a la presidencia sin contratiempos. para pagarle así los favores de haberle dado empleo en el Banco Mercantil, cuando Laureano estaba en la olla.
Sale a relucir también, la magnífica relación que tuvo con su padre, a quien admiró toda la vida, y sale lanza en ristre contra todos aquellos que en una u otra forma estuvieron contra él.
Y resalta la mala fortuna de personas como las hermanas de Alfredo Vásquez Carrizosa, quienes estaban predestinadas para ser mujeres de sociedad, disfrutando de una vida muelle y ostentosa y terminaron casándose con dos príncipes de la casa de Borbón, pero ya en declive y por eso tuvieron que pasar las verdes y las maduras para poder sobre vivir.
En fin, tiene tantas anécdotas y es tan sabrosa la prosa de López, que sus cuatrocientas y más páginas se leen con una facilidad increíble.

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