viernes, 19 de junio de 2009

MI PADRE: PEDRO A PACHECO.




POR: RAUL PACHECO BLANCO:
Mi padre nació en la villa del Rosario de Cúcuta, la ciudad del general Santander y donde se celebró la asamblea que dio vida a la constitución del 2l por medio de la cual se creó la republica de Colombia. De joven estudió en el colegio San Pedro Claver de Bucaramanga, allá en el viejo edificio que es hoy el centro Cultural del Oriente, en el parque Centenario. Luego viajó a Bogotá a estudiar odontología en el Instituto que en ésa época graduaba los primeros profesionales de esa rama, realizando largas cabalgatas hasta llegar a la Bogotá de los años veinte, aquellos que fueron llamados en Francia como la Belle época y que dio a vida los brillantes impresionistas que transformaron la pintura. Al terminar su carrera se estableció en Pamplona, en donde instaló su consultorio para asombro de los pamploneses, que llegaban a conocer de cerca la fresa de palanca, uno de los instrumentos más refinados de tormento creados por la civilización en el siglo XX y, que mi papá manejaba con habilidad de verdugo. Ramiro Blanco Suárez fue testigo de esas épocas, cuando mozalbete pasaba por el lado del consultorio y alcanzaba a ver el nuevo instrumento de tortura con curiosidad de judío antes de entrar a los hornos crematorios para su sacrificio final. En Pamplona nació Manuel, el pintor Pacheco de Suratá, que por cierto creó su propio impresionismo con su pintura de vitral.
Mi madre, Aura María Blanco, trabajaba allí como oficinista en el Banco, con una habilidad pasmosa para el manejo de la máquina de escribir. Luego la llevaron a Suratá al cuidado de la abuela Sofía para atender su segundo embarazo , en donde nací yo en medio de un aguacero torrencial y cuando los eucaliptos de Llano grande se estremecían al contacto con la tempestad. Eran las seis de la mañana. Y en Bucaramanga nacería Álvaro, quien también es pintor. Mi papá instaló su consultorio en la calle 33 y luego lo trasladaría a la calle 34, junto a David Habeich y Manuel Forero Blanco. A la vuelta estaba Carlos O Pérez y más tarde Carlos Maigel Zagarra. Al frente la joyería Granados. Era un cristiano viejo, con fe de carbonero que cándidamente compraba billetes de lotería a y se los tiraba a los santos, que mudos esperaban la buena suerte desde sus esculturas, cuando seguramente los sacristanes debieron disfrutar de algún bienestar con un gordo de la lotería Santander . Perteneció también a la sociedad de San Vicente de Paúl y junto con Eloy Vásquez, Pablo Narváez, y otros, se dedicaban a recoger mercados para repartir luego a familias indigentes.
En alguna época regaló una casa para el barrio San Pedro Claver y el rector del colegio, padre Jorge Ortíz me llegó a preguntar que si mi padre sería muy rico o muy bueno, y yo le contesté que sería muy bueno, porque rico no era.
Me mandaba a los banquetes del millón del padre García Herreros en el hotel Tequendama . Allí conocí a Marta Cecilia Calero, del Valle, cuando fue reina de Colombia. Pertenecía a una familia liberal que sufrió la violencia conservadora y de ahí que odiaban a los godos. Mi papá se volvió conservador por su apego a la religión y de ahí que la familia lo odiaba. De allí nació mi sectarismo inicial al ver a mis tíos envenenados contra el partido de mi padre y por solidaridad a él, opté por continuar su misma línea conservadora. Con esa fe elemental colocaba letreritos a José Gregorio Hernández para que en la noche, al acostarse, lo operara de la próstata en donde le decía : por aquí don José Gregorio . Luego viviría, de viejo, su propia pasión que llevó con resignación hasta sus últimos días, cuando viajó a la eternidad a reclamarle a José Gregorio Hernández porqué no le había concedido el favor que le había pedido. Que Dios lo guarde allá donde esté con su candidez bajo su brazo generoso y bueno.

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