jueves, 15 de noviembre de 2012

EL CONCURSO NACIONAL DE BELLEZA DE CARTAGENA


 

POR:    RAUL   PACHECO  BLANCO.

El concurso nacional de belleza de Cartagena ha pasado por tres etapas muy caracterizadas : la primera, la señorial, cuando las principales familias de cada departamento llevaban a las niñas más lindas para refrescar las chequeras, consolidar el apellido y afirmar la identidad departamental. Es una etapa esencialmente romántica, muy adecuada para el ambiente de Cartagena con toda su prosapia, su belleza y toda clase de atractivos turísticos.  Los departamentos a su vez se preparaban con todos los fierros, para escoger verdaderamente a la más bella y alrededor de ella, se  iban las familias y la gente acomodada, a sacar adelante el nombre de la región y, desde luego, del apellido.

Eran las épocas de Piedad Gómez Román y de  Sarita Consuegra .  Pasaron los años y el concurso se consolidaba y reunía y casi que paralizaba a todo el país en la noche de coronación. La candidata que ganaba suscitaba una ola de regocijo que daba para varios días, para preparar luego recibimientos, premiar a la reina.

Pero llegaron los años ochenta y noventa y los narcos se adueñaron  del concurso, es cuando se produce esa segunda etapa narca, que prácticamente ordenaba las cosas a su modo y manera, contando con los dólares del narcotráfico.

En eso se consumió  mucha tinta y se gastó mucha plata. Y como ha sucedido con ese flagelo, el país tardó en darse cuenta de lo que  estaba sucediendo  y si no ocurre la muerte de  Lara Bonilla, ni el gobierno de Belisario Betancur ni el país se hubieran dado cuenta de la gran revolución subterránea que estaba ocurriendo, aunque daba tímidas muestras con los casos de Pablo Escobar y Carlos Ledher     haciendo política y paseándose con Alberto Santofimio, seguro presidente del país en años no fijados pero seguros. Ya con algo de conciencia, empezó la sociedad a reaccionar, pero no solamente era tarde, sino impotente  ante el poderío de los carteles, uno en pleno auge y el otro insinuándose, para producir  a su vez el boom de la construcción y el auge de nuevos capitales.

Pero esa época también pasó  y llegó la época de la búsqueda de status, en que  las niñas no iban por pergaminos familiares, ni por los dineros de la mafia, sino para tratar de mejorar su situación económica, para posicionarse en el mercado laboral. Ya las niñas solo buscaban esa nueva notoriedad para conseguir empleo, para entrar a, la televisión, para ganar contratos de propaganda. Así  como a las fuerzas armadas y al clero se llegaba, dadas las circunstancias, con el único objeto de asegurar de por vida un quehacer que diera para subsistir, la vocación se vaciaba de contenidos y se articulaba en el mundo de las necesidades. Y también como en el país se cambiaron los  escenarios para hacer política por ejemplo, al considerar que se llega mejor ahora por el lado del gobierno o del poder judicial, que por el legislativo, como era antes, también se consideraba que para llegar a la televisión y a los empleos mejor remunerados era mejor quemar la etapa de reina, rodearse de canutillos y trajes de fantasía para que todo rodara con mayor fortuna.

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