viernes, 16 de noviembre de 2012

DE CARLOS ARTURO RUEDA A HERNAN PELAEZ.




POR:  RAUL   PACHECO  BLANCO.

Cuando éramos niños, queríamos ser locutores deportivos como Carlos Arturo Rueda. La modulación de la voz, la fonética propia del futbol, elevada a la enésima potencia por la magia de Carlos Arturo para cantar los goles y las jugadas de postín, todo eso nos seducía.

 En el colegio, cuando nos dejaban un micrófono para transmitir un partido de básquet , lo hacíamos en el mismo tono de Carlos Arturo, o por lo menos tratando de acercarse a esa fonética que se nos hacía maravillosa. Solo cuando Xavier Carreño Harker, eximio poeta y compañero de curso nos hizo una examen de locución y todos lo hicimos  remedando a Carlos Arturo, nos descalificó de tal manera, que nunca lo volvimos a  hacer.

Carlos Arturo Rueda tenia ascendencia santandereana, pero su padre se había ido para Costa Rica, y allí nació Carlos Arturo, pero con los años, le dio por probar suerte en la patria de sus mayores y se quedó. Pero cayó  parado, como ídolo nacional. En los colegios y en las universidades y los días de futbol no se hablaba de otra cosa, que de las narraciones de Carlos Arturo.

Lo mismo cuando empezaron las vueltas ciclísticas a Colombia y se montaba también en las camionetas de las cadenas y se dedicaba a ponerle apodos a los ciclistas., a entrevistarlos, a hacer comentarios muy breves y sin mayor profundidad.

 Era una etapa primitiva de la narración deportiva, donde contaba más que todo la voz y poco se hacían comentarios de algún calado, para ejercer el sano ejercicio de la critica. Carlos Arturo, quien era un hombre elemental, solo se devanaba los sesos tratando de acomodarle un nombre al ciclista triunfador : el torito de don Matías, el zapaterito de Honda y así  por el estilo.

 Pero eso fue cambiando y  apareció  otro periodismo deportivo con mayor preparación, más técnico. Entraron profesionales a tomarse la radio y ellos empezaron a  darle la vuelta de tornillo a aquella vieja concepción de la transmisión.

 Fue cuando apareció Hernán  Peláez , un ingeniero químico, que dejo su profesión para dedicarse al deporte, al fútbol sobre todo. Pero poniéndole ciencia. Ya él le sacó el cuerpo a la narración de partidos, lo dejaba quizá para los tenores y,  se dedicó a la crítica, al comentario, con la sapiencia suficiente para analizar los  partidos con un criterio definido  y sin ponerle apodos a los jugadores.

Esto lo dejaría para su programa radical, la Luciérnaga, en donde su sentido del humor lo ha llevado a crear y consolidar un programa de humor y de noticias que no tiene par en el país y que  ha sobrevivido ya veinte años.

No hay taxista, empleado, funcionario alto o bajo que no sintonice la luciérnaga para saber con gracia lo que está ocurriendo en el país .  En el caso de la narración, también se pasó de la mula al avión.  Hernán Peláez le dio alcurnia y altura al análisis de las estrategias y tácticas de los equipos, hasta constituirse en una verdadera biblia para saber en donde está el  buen fútbol.

No hay comentarios: