miércoles, 11 de julio de 2012

LA OPINION PUBLICA ES EL NUEVO PODER CONSTITUYENTE.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. El poder constituyente se ha convertido en un verdadero tabú, difícilmente desentrañable y hay que echar mano de prolijas pesquisas para poder llegar a él, convocando al pueblo bajo los modelos del referendo o de la asamblea constituyente. Hay que pasar por muchas instancias, bajo la vista de todos los poderes, quienes vigilan el proceso y al final se obtiene el resultado, que también es objetable. Y el Congreso tiene la llave para poder abrir semejante arcano. De otra parte, todo el mundo se considera el pueblo. Se trata pues, de un Dios lejano, que solo de tanto en tanto aparece para bien de los pueblos. Y tan pronto baja, vuelve de nuevo a sus lugares de origen y se cierran los velos que lo dejaban ver. Los constitucionalistas por otro lado, no hallan como esconderlo para que no se vuelva profano y se abuse de él. Y se considera como una de las máximas conquistas del derecho, pues se trata nada más y nada menos, que el Dios que decide en última instancia el reglamento de los pueblos. Es un Dios profano. Pero los tiempos han cambiado y nos encontramos en una época signada por la postmodernidad, en donde los medios de comunicación se han extendido en tal forma, que han hecho del mundo una aldea global, como lo dicen filósofos y sociólogos. Antes el tiempo se dilataba, el espacio se ampliaba. Resultaba muy difícil la comunicación. Los hechos ocurrían y solo vendrían a saberse con retardo. Hoy en cambio, todo lo que sucede en la más apartado región del universo, se sabe al minuto en todo el mundo. La inmediatez se impuso. El tiempo se unificó, no obstante la diferencia en la posición ante los astros. Tan obsoleto resulta todo, que los periódicos impresos no hallan como titular sus primeras páginas, porque ya nada es noticia. Antes se esperaba la salida del periódico, para conocer qué estaba pasando, qué había sucedido de nuevo. Ahora no. Ya internet y la televisión, lo mismo que la radio, ponen al minuto a sus clientes. Y esos mecanismos se han tomado la democracia. Ya no tenemos una democracia de masas, sino de digitadores, que expresan su criterio y su voluntad sobre lo que está sucediendo, con toda libertad, pasando por encima del criterio de los partidos, de las iglesias, de las corporaciones. Hay una opinión que fluye permanentemente. La democracia ha cobrado tal dinamicidad, que se ha cargado de esta energía nueva que impulsan las corrientes de opinión. Y a su convocatoria sale a las calles, a las plazas y hace acto de presencia. La opinión pública así manifestada, se ha convertido en el nuevo poder constituyente. Así lo sentimos en el pasado episodio del acto legislativo sobre la justicia, cuando la opinión pública se manifestó a través de todos los medios y evitó que se consumara el atentado contra la democracia. Porque no fue el gobierno, ni el Congreso, ni las Cortes, las que impidieron la consumación del hecho, sino esa opinión publica, que amenaza ora con un referendo, ora con una asamblea constituyente. Se ha estructurado pues, un poder constituyente inmediato que no necesita convocatoria, sino que está ahí presente, dispuesto a intervenir, a opinar, a participar. Se trata de un nuevo elemento de nuestra democracia y de nuestro derecho que necesita ser reconocido. Un poder constituyente informal.

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