sábado, 21 de enero de 2012

RAFAEL PEREZ MARTÍNEZ.



POR: RAUL PACHECO BLANCO

Tenía un bio-tipo parecido al de Camilo José Cela o al recién fallecido Manuel Fraga Iribarne : robusto, categórico.
Y así hablaba. Con una voz contundente y con el tono santandereano que tanto se acerca al tono alemán.
Pero además, era múltiple : se abría en abanico hacia muchas actividades, que la empresa privada, que el deporte, que el gobierno.
Como empresario creó Terpel y gerenció otras empresas con notable éxito. En el deporte se vinculó al Atlético Bucaramanga , cuando la institución cumplía una función cívica y no como ahora, que trata de encubrir dineros mal habidos y cuando el Bucaramanga era grande. Cuando se traían jugadores de la talla de Montanini, de Janiot, de Di Marco.
Y llegó al gobierno : por una parte , por ser un conservador de convicciones , por representar a un partido y, además, por sus condiciones de administrador.
La empresa privada le daba herramientas para aplicar sus experiencias en el manejo de la cosa pública.
Y brillaba por su pulcritud, sin que conociera un llamado de atención de la Procuraduría, sin que lo llamaran a juicio, sin que le hicieran reclamos por malos manejos.
Fue uno de los gobernadores por los cuales se siente nostalgia de que se hiciera su escogencia por decreto que venía de Bogotá y no por elección popular.
Porque el pueblo también se equivoca. Y mucho.
Pero así como fue exitoso en su vida pública y privada , también sufrió en carne propia las consecuencias del secuestro de uno de sus familiares, del robo de su residencia, que le hizo tomar decisiones drásticas como la de abandonar el país, pero no resistió la atracción de la tierra, la nostalgia de sus querencias , de su paisaje nativo y regresó.
En navidad nos regalaba a sus amigos libros. Yo conservo en mi biblioteca Los Hombres de la revolución francesa, de Louis Madelín, en una bella edición y fotocopias de los originales de la constitución de 1.886, originales en la letra del maestro Guillermo Valencia, de sus poemas, además de otras publicaciones.
El vivía muy orgulloso de sus ancestros, de su padre, Carlos O. Pérez, uno de los pioneros de la odontología , junto con mi padre Pedro A. Pacheco, David Habeych, Carlos Maiguel Zagarra, y otros que tenían su consultorio junto a la vieja calle 34.
Con su hermano Carlos compartieron gustos por las cosas buenas de la vida, por la cultura, por la aristocracia de la conducta, tan echada a menos por estas épocas. y que trataba de rescatar Tomassi de Lampedusa en su novela El gatopardo, cuando toleraba a don Calogero Sedara, el burgués emergente.
Deja pues Rafael Pérez Martínez la impronta de ese nuevo santandereano dedicado al trabajo productivo, aconductado , lejos del arrevolverado sujeto de antaño, que hacía revueltas porque sí y propiciaba guerras civiles y que tenía que estarle dando en la jeta a alguien, como decía Rafael Pérez con tanta gracia, para sentirse a gusto..

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