viernes, 16 de diciembre de 2011

EL PARTIDO DEL PRESIDENTE.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Hemos venido asistiendo a un proceso en el que los partidos tradicionales se han desdibujando a tal punto, que muchas veces hemos creído en su desaparición. De pronto aparecen opciones nuevas como el Polo Democrático o los Verdes y crean la sensación que la política se enderezará por ahí y que los nuevos tiempos estarán marcados por esos movimientos. Pero a poco andar viene el desencanto y lo que se veía como un faro se convierte en oscuridad y van dejando de nuevo a los partidos tradicionales, liberal y conservador, como los únicos verdaderos partidos , que si bien tienen sus malos momentos les asiste una gran capacidad de recuperación. La llegada a la política del ex presidente Uribe significó un rompimiento tan grande, que se creía en que casi todos los partidos convergían en él y que Colombia había adquirido su Nelson Mandela que la unificaría. Todo hacía pensar se trataba de un fenómeno nuevo, deslumbrante, pues en el país nada se podía mover sin la decisión de Uribe, ya que llegó a acabar con la hegemonía liberal que llevaba varios periodos presidenciales y, de paso, se llevó el conservatismo en la angarilla para considerarse el elemento catalizador que amalgamaba todas las fuerzas. Pero vino el gobierno Santos y el remezón pasó. Las aguas volvieron a su nivel y los partidos empezaron a recobrar identidad. Ahora la política se endereza con la misma aura hacia el lado de Santos, la que ayer no más brillaba junto a la sombra de Uribe. Y viene como última jugada de la alta política, la constituyente liberal que presagiaba grandes cosas, grandes definiciones, nueva cara ideológica del liberalismo, tesis nuevas en fin. Y se dio el parto de los montes. Todo lo que se decía no tenía sentido ante el poder presidencial. Luego de intentar escaramuzas para tratar de llevar a Serpa de mano de Samper a la jefatura del partido liberal, o de alistar una nómina recargada de dirigentes para la máxima dirección, se decidió simple y llanamente por una opción presidencial. Una opción Santista. Y se eligió a Simón Gaviria, dando la sensación de cambio para que todo siga lo mismo, como decía el Gatopardo de Lampedusa, pues se mostraba no una cara nueva sino joven, pero con líneas muy definidas que no se salían de la ortodoxia presidencial. Y en el conservatismo pasó igual, se cambió al jefe del partido doctor Córdoba por el doctor Cepeda, sin que a nadie se le moviera un músculo de la cara, sabiendo de antemano que todo seguiría igual. Lo que lleva a una conclusión muy lánguida, desideologizada, que los partidos liberal y conservador se convirtieron por la magia del poder presidencial, en un partido presidencial , que se manifiesta tanto en las reuniones constituyentes como en las convenciones de los partidos. Por lo tanto, hoy no tenemos partidos, sino un solo partido, que se manifiesta en las grandes decisiones: el partido presidencial, que ayer era Uribista y ahora es Santista.

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