jueves, 1 de diciembre de 2011

ARTURO MANTILLA GOMEZ.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

A Arturo Mantilla lo conocí en la calle 37 cuando vivíamos en casas cercanas y salíamos a jugar a las pepas o al trompo. Arturo era mayor, pero sin embargo era respetuoso de su jerarquía y nunca hubo una pelea con él, ni discusión alguna por trampas en el juego. Vivía con sus hermanas, Inés y Beatriz y su madre Romelia, una viejita adorable, blanca, llena de dulzura. Mientras yo hacía la primera comunión en el colegio de la Presentación él ya estaba en el colegio de San Pedro Claver. Cuando entré a cuarto primaria a San Pedro, ya iba en bachillerato y bien pronto se destacó por sus condiciones de liderazgo y de buena factura para la oratoria, que era muy cultivada por los jesuitas en sus alumnos. Cuando se echaba sus discursos en actos académicos escolares, siempre veíamos en él la imagen de un político, de un líder que se iría a proyectar en el ámbito nacional. Y él a su vez cultivaba dos grandes devociones políticas, tratando de acercarse a sus modelos : Gilberto Alzate Avendaño y Carlos Augusto Noriega. A ambos trataba de seguirlos, bien por las ideas, bien por los gestos. En cambio, era ajeno al deporte que era la otra actividad muy bien mirada por los jesuitas y que daba prestigio en las aulas a los buenos jugadores de futbol de básquet y de beisbol, en donde sobresalían los barranqueños y venezolanos. Cuando terminó bachillerato, su proyecto político no tenía discusión y se fue a Bogotá , a la Javeriana, donde al mismo tiempo que se iba haciendo abogado, se fue acercando a los políticos y llegaría bien pronto a la burocracia. Históricamente, Arturo Mantilla estuvo en el centro de los acontecimientos del 8 y 9 de junio, cuando él trabajaba como secretario general del ministerio de gobierno y les dio cartilla a los generales que luego encargaría Rojas Pinilla del gobierno : la junta militar de gobierno. Pero a partir de ahí, o se decepcionó de la política, o le nació otra vocación y los papeles se trastocaron : ya no sería el político con gestos alzatistas y tigristas, sino un abogado con todas las de la ley. Un litigante que se maravillaba de su propio éxito. Por eso aprovechó la coyuntura de amigos en el gobierno para hacerse a asesorías jurídicas que lo fueron metiendo cada vez más en el ejercicio profesional. Y le fue divinamente. Se llenó de negocios, de triunfos en juzgados, de clientela. Solo le quedaba cierta melancolía por no haber seguido ese primer impulso de la política, Pero el hombre no siempre tiene un solo proyecto para realizar, sino varios. Y si no funciona uno, viene el otro a llenar el vacío. A Arturo Mantilla le llenó el destino con creces ese destino de variar sus impulsos iniciales.
Ahora, ya en la plenitud de sus ochenta años, y siempre en el litigio profesional, la gobernación de Santander lo condecora con la máxima orden José Antonio Galán. Es un auténtico triunfador, a quien no le fue fácil la vida en un comienzo, pero él con sabiduría se echó al bolsillo la fortuna y llegó a conquistar una de las metas que seguramente se había propuesto. La imagen del colegio se iría borrando con el tiempo y aquel embrión de líder y de político, se quedó en los patios del colegio retozando con el viento.

No hay comentarios: