miércoles, 7 de septiembre de 2011

1.984. POR: RAUL PACHECO BLANCO

Lo que más me llama la atención de Murakami es el manejo de la realidad y de la fantasía y cómo en ciertos momentos llegan a compenetrarse , a integrarse, la una con la otra, como en el caso de la crisálida de aire que de pronto aparece en el cuenco que ha quedado en la cama al abandonarla uno de los personajes. Y desde luego ese misterio que va dosificando, pero que es permanente, lo cual lubrica el relato y el lector sigue con avidez la trama, como si se tratara de una película de suspenso. Yo creo que ese es el secreto del éxito y de ahí que muchos encuentren cierto parecido con las novelas de Larsson.
Ahora, en 1984 los personajes centrales empiezan cada uno su ciclo por separado y se desenvuelven en sus actividades : Aomame, se dedica al crimen, pero son sutileza, con tal levedad que apenas si se nota que es una delincuente. Es una cirujana del crimen. Y con su punzón de picar el hielo hace maravillas para sus clientes. Se le abona sí, que no mata por matar, sino que quiere librar a la humanidad de la peste que se ve en determinadas personas, como es el caso del pastor religioso de quien se sospecha y luego se confirma que abusaba de menores de edad dentro de sus ritos religiosos. Y Tengo es un profesor que termina de escritor, pero no autor de su propia obra, sino como ayuda técnica y verbal de una adolescente , que escribe un texto para un concurso literario.
En un principio uno no sabe si estos personajes irán a vivir cada quien su vida, sin tocarse, pero en el momento oportuno, Murakami los une. Y ese lazo venía desde la infancia, cuando tenían diez años y en la escuela, un día, Aomame le toma la mano a Tengo, con tal carga emotiva y honda, que los deja enamorados el uno del otro y de ahí en adelante, sin proponérselo, sienten la atracción que tiende a unirlos, pero cuando está a punto de lograrse, se produce la muerte de Omame.
¿ Qué ha pretendido decir Murakami luego de superar lo obvio? . He ahí el secreto .Puede ser la manifestación de la diversidad del mundo, de su realidad, que no es una, sino que son varias. La posibilidad múltiple de lo que ocurre, de acuerdo con la apreciación de cada quien, o de los hechos mismos. O la física cuántica cuando demuestra la diversidad de esa realidad, que como dijimos, no es una, sino que son varias. Pero a su vez, puede ser también el encuentro de la ficción y de la realidad. La vida de hechos que se desarrollan en el plano vital y de los que se desarrollan en el plano verbal o literario. De ahí que tome como símbolo el número del año que pretende recrear a su manera, luego de que se haya realizado en la práctica.
De otra parte, también el determinismo de la historia que está presente, pues los personajes se mueven como si fueran hilos que estuvieran manejados por fuerzas extrañas como la Litle people, que es una especie de poder lejano que todo lo dispone. Asi como en Colombia en alguna época se habló del Régimen, o de la mano negra, o de la mafia. Porque bien vemos que la vida de Omame y de Tengo, están dominadas por esas fuerzas o esa energía extraña que las lleva hacia sus encuentro, o por lo menos hacia una atracción permanente.
Y Murakami, sin proponérselo, porque él prefiere más el lenguaje cinematográfico en la narración, que en la verbalización de las historias, sin embargo logra una fluidez y una hechura de frases que naturalmente son bellas, que no se adorna como elemento externo, sino que llevan ese secreta armonía interna.
De ahí que en mi concepto, todo esto lleva a considerar a Murakami, no como el mejor escritor de su tiempo, sino como el más completo. Porque abraca tanto el plano de la ficción, como dela realidad y porque formalmente las palabras se convierten en joyas, repito, sin proponérselo.

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