lunes, 1 de noviembre de 2010

KITCHNER.


















POR: RAUL PACHECO BLANCO:

Hay políticos biológicos y políticos cerebrales. Los primeros están condicionados por un organismo hecho para mandar, con una gran capacidad para las duras faenas, para el trabajo extenuante, para el desvelo, con una digestión a toda prueba, que aguante tres almuerzos y dos comidas y tres desayunos. Y demás, trago. Que tenga un ojo clínico, que conozca a la gente por su nombre y apellido, que se entregue a la gente, que todo lo vea claro.
En cambio el político cerebral de pronto no tiene buena digestión, es insociable, inabordable, sin reflejos mecánicos, enfermizo, flojo para el trabajo de laboratorio, pero mira la política como un juego de inteligencia, de movimiento de fichas. Como un maestro de tablero y tiza, elabora las jugadas a realizar. Se plantea objetivos concretos. Conoce a la gente pero genéricamente, no específicamente. Es un estratega y un táctico. Crea un cuerpo de doctrina, moviliza ideas, hace propuestas.
A ese primer género pertenecía Kitchner. Era un hombre grande, fornido, con unos ojos que se le salían de las órbitas, que en su adolescencia y juventud estarían llenos de lujuria y en su madurez de ambición y de poder. En todo caso, abarcaba mucho espacio. Y con ese organismo disparado hacia el poder, no conocía tregua, desconocía el cansancio, todos los actos que realizaban eran dirigidos a ese talismán que es la adquisición y la conservación del poder.
En el momento de su muerte, estaba dedicado precisamente a lo segundo, que es lo más difícil : la conservación del poder. Ya lo había logrado, primero con su presidencia y luego con la de su esposa, pero ahora debía coronar su faena con otra etapa que era pasar de una presidencia, a una dinastía. Una dinastía de familia. Como la que creó Napoleón, como la que creó Perón.
Y ahí el organismo le jugó una mala pasada : le falló en el momento en que el torero ejecuta la faena de su arte y de su vida : matar al toro. Y se quedó en el vacio, en la condición de ser humano que de ahí en adelante no da más. Se le nublaron los ojos, se le fueron las luces y cayó extenuado, rendido de cansancio, pero no derrotado. Pero ya para qué.
En todo caso, empieza a trabajar con elementos inéditos en la política argentina : jugársela con Perón. Enfrentársele , ya en el campo de los inmortales Empezar a disputarle un puesto en la historia.¿ De tu a tu? . Eso lo dirá la historia. Lo cierto es que el reinado de Perón empieza a tambalear, cosa que hasta el momento nadie había logrado hacerlo. Ese es el gran mérito de Kichner : moverle la silla a Perón.

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