domingo, 5 de septiembre de 2010
EL TRISTE DESTINO DE SABAS PRETEL DE LA VEGA.
POR: RAUL PACHECO BLANCO
Viene de muy ilustres familias cartageneras, sobre todo en cuanto a su segundo apellido se refiere, pues su entronque con José y Fernando de la Vega, político el uno, compañero de Laureano Gómez en la fundación del periódico El Siglo e historiador el segundo, quien dejó una obra importante como Bolívar Libertador, Núñez bolivariano.
Por cierto que este último vino a residir a Bucaramanga por allá en los años cincuenta, junto con doña Socorrito su esposa. Construyeron una bella casa en Sotomayor, de amplios corredores, como si tuviera vista al mar, porque quizá la nostalgia de su corralito de piedra los embargaba. Hoy está convertida en una clínica. Don Fernando de pronto aparecía, para descansar de sus tandas de lectura y de escritura, para comprar sus viandas en la tienda de Salvador Rodríguez, cuando nosotros tomábamos helados o coca cola, bien fuera al entrar o al salir del colegio de San Pedro Claver.
Sabas Pretel no ha sido un político tradicional. Se le fueron los años en la gerencia de Fenalco en el Valle y luego de ser un reputado líder empresarial, le dio por picar en la política, llevado de la mano de sus corrientes sanguíneas. Y le fue mal. Cuando aparentemente le iba bien. Porque la paradoja existió. Le tocó hacer el trabajo sucio en un momento dado y él, con su desenvoltura costeña y su inocencia en la política, cayó , en cuando ese trabajo se lo había podido dejar a sus subalternos. Pero lo hizo él y se untó de un feo pecado, que el derecho denomina cohecho. Y nadie podía comprender que mientras Yidis Medina estaba en la cárcel o por lo menos sentenciada, la otra parte del delito no aparecía por parte alguna. Ahí dejó de ser simétrico el derecho, para dar una impresión de asimetría, que no se compadecía con la nobleza de sus elementos. Por eso pecó el Procurador Alejandro Ordoñez cuando lo absolvió. Pero luego rectificó y aplico las sanciones correspondientes, en la búsqueda de esa simetría que se echaba de menos.
Ahora vive una situación Sabas Pretel, que no se compadece con sus antecedentes personales y de familia, porque el destino le jugó una mala pasada.
Y si en un momento fue un héroe para el uribismo reinante, ahora tiene que apurar el trago amargo de un sanción que pesará por años sobre su ánimo tranquilo de costeño sin prevenciones, ligero como el viento y alegre como la misma brisa cartagenera.
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