domingo, 6 de julio de 2008
EL JUEGO DEL ANGEL
EL JUEGO DEL ANGEL
Por: RAUL PACHECO BLANCO:
La novela El Juego del Angel de Carlos Ruiz Zafon, tiene muchos ángulos desde los cuales se puede apreciar.
Por una parte el desborde de imaginación que trata ahí si de salirse de la realidad, captando lo incierto, lo desconocido: la creación de personajes bondadosos en contraste con la tendencia a lo patológico, a la extravagancia, tratando de exagerar caracteres para lograr darle vida a personajes contundentes, la devoción por los libros que viene siendo u n hilo conductor de sus novelas, si nos atenemos a la anterior, La Sombra del Viento, que es toda una elegía al libro, o el suspenso policíaco .
La novela empieza advirtiendo : “ Un escritor nunca olvida la primera vez que aceptó una monedas para elegir a cambio de una historia .Nunca olvida la primera vez que siente el dulce veneno de la vanidad en la sangre y cree que, si consigue que nadie descubra su falta de talento, el sueño de la literatura será capaz de poner techo sobre su cabeza, un plato caliente al final del día y lo que más anhela : su nombre impreso en un miserable pedazo de papel que seguramente vivirá más que él. Un escritor está condenado a recordar ese momento, porque para entonces ya está perdido y su alma tiene un precio”.
La narración está hecha en primera persona, lo que permite un mayor grado de penetración sicológica para involucrar al lector en su mundo.
La historia del novelista David Martin, que debe ser el mismo novelista infiltrado, vendiendo sus trabajos a un patrón despiadado.
Personajes como el librero Sempere, un místico de los libros que los vende porque los aprecia y quiere compartir las historias con otros, así tenga que regalarlos, hasta llevar el negocio a una virtual quiebra.
Un librero haciendo caridad con los libros, con la cultura, con un entusiasmo de benefactor.
Isabelle, la niña de diecisiete años que quiere ser su ayudante para poder aprender a escribir, considerándolo su guía y, el novelista no cae en la tentación de convertirla en su amante, no obstante que ella está siempre en plan de entrega, pero le sirve además para que desde allí se mire a si mismo, tratando de descubrirse, de analizarse, precisamente cuando el lector ya se ha aventado por allí transitando un camino demasiado trillado en la literatura, de los amores de un hombre maduro con una adolescente.
Diaz Zafon elude esa tentación y le busca otro proto-tipo a su personaje.
La pasión de Martin es Cristina, la mujer que abandona a su marido para irse con él, pero aparece y desaparece en forma misteriosa.
Y la técnica de la novela policíaca con personajes como Marlasca y la bruja de Somorrostro.
La descripción de lugares está presente y el lenguaje depurado, brillante, a base de metáforas de mucho viso, con ese gusto de los escritores españoles y latinoamericanos para que el lenguaje se involucre en la creación y no se quede en la visión transparente, cinematográfica, en donde la palabra estorba y es el lente el que capta la realidad.
No obstante este derroche de imaginación y de habilidad, sin embargo uno como lector se queda con su anterior novela, La Sombra del Viento
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