sábado, 12 de julio de 2008

EL ENCANTO ESCONDIDO DE YIDIS MEDINA


Por: Raúl Pacheco Blanco. ( raulpacheco34@hotmail.com)

Nos permitió el Espectador acercarnos a la intimidad de Yidis Medina, cuando estábamos un poco saturados de su exterioridad, tan recargada de desaciertos, envuelta en el torbellino del clientelismo que la llevó a los estrados judiciales y a ponerla en plan de guerra con el gobierno. Allí usaba la ropa que generalmente se tiene en provincia para subirse a la capital, cuando apresuradamente tuvo que comprar en Barranca algo que le sentara bien para eventos tan importantes como los que iba a vivir, llevada de la generosidad de Iván Díaz Mateus. Había que votar la reelección a favor o en contra. Tal evento no se podía perder. Y vino la historia que el país conoce, para desnudar una parte del alma de Yidis, que para unos espanta, para otros conmueve y para otros repugna. Su condena fue rápida, sin atenuantes como corresponde a personas emergentes, sin pasado familiar en guerras civiles, en salones oficiales, en páginas sociales, simple producto de los enclaves urbanos que se forman alrededor de las necesidades. Se hizo a un buen abogado como el doctor Ballesteros, venido de los viñedos del proceso 8.000 para acentuar su condición, no de inocencia pues ya había aceptado atenerse a la confesión anticipada, pero le garantizaba una buena patente, para enfrentar los resultados del juicio. Su figura se recostaba contra los edificios de los estrados judiciales cuando iba a declarar, en tropel, mientras su abogado atendía a los lobos hambrientos de la prensa, daba declaraciones de paso, pero su trayectoria era suficiente para haber desatado los comentarios de los columnistas nacionales, que la tomaron como el tema que le daba sabor y color a sus artículos. Pero todos estábamos lejos de imaginarnos que en aquella mujer un tanto oscura, sujeta a los rigores de la vida y de la política, sin mayores cuidados para un cuerpo más acostumbrado a los altibajos de nuestras carreteras que a la disciplina de los gimnasios, escondiera un cuerpo para mostrar, y desnudara su secreta vocación de modelo. El video de El Espectador nos permitió admirarla y quedarnos seducidos al encontrar la inspiración de aquellas figuras que modeló Botero para Medellín, al recostar una de ellas sobre una base que ni el tiempo ni la lluvia borrarán de allí, tirada en una molicie de sus caderas de glorieta, hinchándose como un globo que marcha hacia la inmortalidad. Luego la vimos de espaldas, como corresponde a alguien que tiene mucho que mostrar y lo muestra, envuelta en la glotonería de esas formas que el ánimo travieso de Daniel Samper quiso que viéramos, para comparar a la Yidis del Congreso y de los estrados judiciales, con la desnudes de esta maja de Botero.

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