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ESPÍRITU EXTERNADISTA
POR: RAÚL
PACHECO BLANCO.
Nos habían citado para las ocho de la mañana. Eran las nueve
y media y apenas el salón se había
llenado hasta la mitad. El doctor Vargas dictaba su conferencia de derecho
comercial, sobre todo lo relacionado con los escándalos de Interbolsa y demás.
Hacia énfasis en la ética empresarial, en el conflicto de intereses, que el
cuento no era solo para el estado, para los empleados del estado, sino también para la empresa privada y sobre todo las
fundaciones. Mientras avanzaba en su exposición, Eduardo Muñoz Serpa estaba atento para que las
cosas marcharan lo mejor posible. Se había echado al hombro la organización del
evento y vigilaba al milímetro, como los directores de equipo al pie de la
raya, dando instrucciones. De pronto apareció con el rector Juan Carlos Henao,
quien iba en mangas de camisa, un paisa de todo el maíz, con una calvicie prematura y
una informalidad que contrastaba con la solemnidad de Fernando Hinestrosa en la
rectoria. Iba acompañado del contralor Maya Villazón, un costeño bogotanizado,
impecable con su vestido completo pero sin corbata. Y empezó la ceremonia con las palabras del rector,
quien echó al vuelo las campanas de un
Externado en pleno crecimiento que ya desbordaba los estrechos límites de la
Candelaria. Venían de Cúcuta y del Norte de Santander, en un amplio periplo
para buscar una mejor organización de los exalumnos en todo el país, en una
gira de reconocimiento de legitimidad y de armonizar propósitos en bien de un
centro educativo cuya bandera siempre ha sido la de la pulcritud, la de la honestidad,
que practicaron sin deslices los exrectores Ricardo y Fernando Hinestrosa y es la idiosincrasia de todo
externadista que se respete. En igual forma habló el Contralor. Luego
reconocieron los méritos profesionales y personales de los doctores Alfonso
Marín Morales, Baldomero Ramón, Alberto Luis Suárez, Gómez Guarín, Carreño
Luengas y Jaime Gutiérrez Rivero. Este tomó la palabra y con una maestría de
acento volteriano se fue refiriendo a su estadía en la universidad, aquella pequeña de la época, en donde cabía también la
vieja secretaria cariñosa, doña Herminia, su dilatada carrera universitaria
llena de sobresaltos académicos, en donde la picaresca volaba de un lado para
otro hasta convocar el entusiasmo de los presentes. Y terminó la reunión a
manteles. La camaradería se hizo sentir en las distintas mesas y la mañana fue
agonizando. PD. Una abrazo de felicitación para Rafael Gutiérrez Solano por la
exaltación a mejor magistrado del país.
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