viernes, 26 de diciembre de 2014

EL IMPOSTOR



POR:  RAUL  PACHECO  BLANCO.

 
Cuando murió el generalísimo Francisco Franco en España  se volvió un gran negocio ser antifranquista. De ahí que Enric Marco, un mecánico barcelonés se dijo para sí que esa era su oportunidad de ocupar un puesto en la historia, de salir de la monotonía gris de su vida para convertirse en alguien. Entonces le dio un blanqueamiento a su vida.  Asi que de ser un anónimo ciudadano del común dijo haber sido un comunista franco, decidido, antifranquista a morir que había conocido las cárceles del falangismo y que había soportado toda clase de vejámenes por esa condición. Pero el hombre había pasado de agache durante de la dictadura del caudillo. Luego se inventó que dada esa lucha había sido deportado a Alemania, en donde conoció la vida de los ghetos, pasó el susto de los hornos crematorios respirándole en la nuca, en fin. Con esos títulos se volvió un activista de izquierda republicana, metido de lleno en la lucha sindical. De ahí que se proyectara como líder, conferencista, orador de plaza pública. Al contar su vida llena de padecimientos por la causa antifranquista, hacía llorar a todo el mundo con sus padecimientos. Fue condecorado por el gobierno. Y llegó al pico más alto de la popularidad y del reconocimiento. Pero en un acto público fue desenmascarado por un historiador, quien le siguió  los pasos hasta que logró reconstruir la verdad en torno al heroico Enric Marco. Si bien es cierto que conoció las cárceles franquistas, no lo fue por su lucha libertaria, sino por un delito común, un robo simple. Por lo tanto, había sido un delincuente. De resto, su vida había pasado arreglando carros en talleres de otras personas hasta que logró instalar el suyo propio. Y el cuento chino de la deportación a las cárceles  hitlerianas se convirtió en un simple desplazamiento hacia Alemania, por un convenio entre el gobierno del general Franco y Hitler, para llevar obreros españoles  al Tercer  Reich para colaborar en sus obras. Y allí precisamente volvió a cometer otro delito y fue condenado a prisión. Esos años le permitieron conocer las cáceles nazis y de ahí inventó el cuento de su deportación y de su encarcelamiento en los calabozos nazis por su lucha por la libertad.  A partir de ahí el mito se vino abajo y desde luego la recreación del personaje como embaucador prendió a tal punto, que hubo películas sobre él, artículos de prensa, entrevistas en televisión,  y por último, la novela de Javier Cercas.

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