sábado, 2 de noviembre de 2013

LA INFANCIA DE JESUS.


 
POR:  RAUL  PACHECO   BLANCO.

Coetzee nos pone a pensar en  la novela “La Infancia de Jesús “ sobre lo que sería la niñez  de Jesucristo en caso de que aceptáramos la versión tradicional de ser al mismo tiempo  hijo de Dios e  hijo del hombre. De si fue concebido sin pecado se queda con el vacío de un padre hombre y ,por lo tanto,  Jesucristo sería en la tierra un huérfano.

 De ahí que la novela arranque precisamente con un  niño perdido , solo con una carta de presentación que contiene la noticia de quienes son sus padres y, que luego de un naufragio solo se salvan él y su padrino por adopción, Simón. La intuición del padrino lo lleva hacia donde juegan tenis unas personas y allí se encuentra la madre, a quien le propone de entrada Simón, que se quede con el niño porque ella es su madre. Pero la madre no tiene por donde considerarse madre, más sin embargo , se hace cargo de él y empieza a educarlo. Y  el niño se las sabe todas, tanto, que su profesor se siente desplazado y pide que se lo lleven a otro sitio en donde haga menos estorbo, pues simula inclusive que no ha  aprendido a leer y  escribir, cuando si lo sabia, a tal punto, que lee divinamente Don Quijote, y  se lo sabe casi de memoria.

Y juega Coetzee con la ambivalencia Dios –hombre, cuando el niño habla de ser invisible y de formar castillos en el aire y hacer ver que pertenece a otro planeta y no a este. A tal punto, que es un desadaptado que terminará seguramente donde el psiquiatra, porque no resistiría  el vivir en dos mundos. Es más, llega a decirle tanto a Inés, su probable progenitora, como  a Simón, su padrino o padre adoptivo, que  viene siendo el papel de San José,  es decir puramente decorativo,  que no los quiere. Así  de simple.

 Por lo tanto, o  es Dios y se va para el cielo , o es hombre y se queda aquí entre sus iguales en la tierra.  Hay que destacar también la parquedad en los medios de expresión de Coetzee, ya que no se detiene  en descripciones, ni en hacernos un dibujo de la personalidad de sus  actores, ni en trabajar la prosa al estilo latinoamericano,  ahorra las  palabras  con un decoro franciscano y construye ambientes poco elaborados. Él va a lo que va, dialécticamente, sin detenerse en lo  decorativo.

Es decir, Coetzee nos quiere mostrar las incongruencias que resultarían , bajo el punto de vista puramente humano,  de tratar de fusionar dos cosas  al mismo tiempo : lo divino y lo humano.

Y todo, dentro del ámbito literario.

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