viernes, 22 de noviembre de 2013

EL SERRANO BLANCO DE EDUARDO DURAN.


 POR:  RAUL   PACHECO  BLANCO.

Yo no sé cómo haría política una persona como Serrano Blanco  cuando al llegar a un pueblo  le presentaban el directorio conservador y él apenas  comentaba :   si estos son los miembros , ¿cómo serán las pelotas?.  Pero fue la gran figura del conservatismo en los años veinte, precisamente cuando se vivía una época de postconflicto luego de la guerra de los Mi Días. Era tan talentoso que se distinguió  en sus estudios de derecho en la Universidad del Rosario alcanzando el grado de colegial que solo a privilegiados se les concedía. Y en la asamblea de Santander cuando esta era un verdadero parlamento, porque allí estaban Laureano Gómez, Gabriel Turbay, José Camacho Carreño,  brilló  por su palabra en medio de tantas privilegiadas cabezas. El era un maestro de la oratoria, sobre todo en los tonos bajos, que como en los cantantes , es cuando se pueden apreciar las calidades de la voz y del pensamiento aunadas para producir maravillas. Se recogía en la tribuna en medio de un estremecimiento telúrico que le penetraba el alma. Era como una implosión que se daba lentamente, como si el agobio se prolongara para expresar toda clase de emociones . Yo lo escuché  en la inauguración del parque Turbay, cuando recordaba a su émulo político  pero amigo Gabriel Turbay.  Eduardo Durán lo retoma en sus mejores aspectos, bien sea el orador, o el demoledor con su humor negro que se ve presente en multitud de anécdotas. Porque si en algo hay riqueza en él, es en sus anécdotas. Como aquella en que se vio envuelto en una pelea con un chofer de camión y cuando se vio perdido, por tanta impotencia física, se arrodilló  y ofreció  su cabeza calva a su contrincante y le dijo : Atrévase a pegarle a esta cabeza ilustre. Luego sus defensas ante el jurado fueron famosas, en donde seguramente no saldrían a relucir sus conocimientos penales, sino su conocimiento del alma humana, del hombre de carne y hueso que tiene gran capacidad  para el estremecimiento y la emoción. Como escritor era un clásico en comparación con el lenguaje barroco de José Camacho Carreño, quien le daba vuelta a la frase hasta que tuviera la arquitectura de una catedral. Serrano castigaba más la frase , la hacía cercana, pero al  mismo tiempo con la pureza de las cosas originales. Eduardo Durán Gómez recogió con extrema dedicación en su libro Serrano Blanco, la elocuencia de un líder, todas estas facetas .

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