sábado, 2 de noviembre de 2013

LA CASA BLANCA DE VALLEJO.


 
POR:  RAUL   PACHECO  BLANCO.

Hacer una novela prácticamente sin personajes, solamente a base de agravios contra Dios, el Papa, la Iglesia, La Puta de Babilonia, Colombia, Antioquia, su mamá, y cuanto  encuentre por delante, no sabemos si tenga alguna validez literaria . Lo cierto es que Vallejo ha elaborado su propio discurso para sacar de adentro su espíritu transgresor, que se siente incómodo ante un mundo que de entrada lo rechaza. Ahí  siente el mundo como contraparte.Y  por eso,  entra  a defenderse, dentro del concepto de que la mejor defensa es el ataque-  En Casablanca aborda como historia la reparación  de su casa en Medellín , tratando de darle continuidad, de armar un relato en torno a ese hecho, con toda la dificultad del caso, pues el espíritu que lo anima es el del transgresor. El de sacarse una espina que lo escuece y no deja títere con cabeza. Así  que los personajes aquí no vienen a ser los albañiles, carpinteros, pintores de brocha gorda, cuyo perfil no conocemos y no conocimos, mientras que hay otros personajes que no lo son de la novela sino del entorno, o del mundo en que vive Vallejo y los construye a base de agraviarlos. Esos personajes ya son conocidos, porque se trata de sus viejos odios  y por lo tanto, no necesitan presentación ni dibujo alguno. Lo cierto es que Vallejo se toma sus páginas tratando de llevar la historia de la restauración de la casa. Uno como lector se deja llevar pero no por la fascinación de la idea desarrollada, sino simplemente por el encanto de la diatriba. Antes se escribían libelos o panfletos , sobre todo en política, al estilo Vargas Vila, pero la experiencia  no había sido llevada a la literatura como lo hace Vallejo. En todo caso él es dueño de esa idea, que por una parte no nos parece que se compadezca con el ejercicio de la imaginación que conlleva el trabajo de un  novelista y la seriedad en la investigación para elaborarla. Se queda pues , en la antesala de las palabras, que son las que juegan este futbolito de salón.

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