jueves, 15 de agosto de 2013

CARLOS MAIGUEL ZAGARRA



POR:  RAUL  PACHECO  BLANCO.

Carlos Maiguel se murió lentamente. Empezó  a morirse desde que dejó el consultorio. Desde el momento en que ya no podía abarcar con la misma destreza con que lo hacia en sus años mozos la fresa que es el tormento de los mortales, pero que para el odontólogo es como el instrumento  del artista que quiere modelar su obra y dejarla al pelo.

 En su consultorio se entregaba como profesional y luchaba apasionadamente para que el trabajo quedara impecable, como las tardes limpias de su natal Santa Marta. Yo no había conocido un costeño mas serio y responsable que él, consagrado a lo suyo, por que si se trataba de la familia no podía mirarla sino como un templo y si se trataba de su trabajo, como un deber y si se trataba  de la lealtad con un partido político  como una orden.

Conservador de principios  para quien el orden, la disciplina, la jerarquía, son los elementos esenciales para construir una personalidad y  para  manejar una sociedad. Le dedicó mucho tiempo a su partido, doliéndose  si de la suerte  última en que casi desaparece de la escena política. Su vida se repartía pues, entre el trabajo de la odontología, y su entusiasmo por la política.

Cuando abrió su consultorio  alrededor de la calle 34, en donde precisamente tenia también su consultorio mi padre,  la odontología estaba dando un vuelco  tecnológico , pues  se pasaba de una etapa heroica en que el paciente llegaba como al patíbulo, a otra con mas humanidad y con más técnica. Ya no era el impulso de la mano para sacar  las muelas díscolas, así, de sopetón, sin  algo que mitigara semejante  entuerto, sino con la anestesia que permitía que el odontólogo bordara su obra  sobre la dentadura del paciente.

 Y  Carlos Maiguel se preocupaba  por el desarrollo de la política y buscaba contacto con la gente para sacar adelante  su partido. Si la odontología era su dedicación, la política era su pasión. Y prestó su servicio precisamente a la salud en Santander, cuando fue llamado a la secretaria de salud de Bucaramanga, en donde desarrolló una gran labor en beneficio de la comunidad.  

Los años fueron pasando  y el inevitable desgaste empezó a minar  poco a poco su salud, dentro de ese proceso  que no da tregua. Vivió  además, su fe de católico practicante, tratando de ajustarse a sus normas y reglas, cuando la muerte decidió  llevárselo.

Lamentamos de veras  el no haber podido asistir a sus exequias, para haberle rendido el tributo de nuestra amistad. Paz en su tumba.

 

 

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