viernes, 23 de marzo de 2012

LA INSEGURIDAD EN BUCARAMANGA.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

La inseguridad en Bucaramanga se volvió cosa de todos los días. Si usted quiere hacerse un paseo por el centro, para meterse en el barullo de la 35, pasar luego por la 36 y sectores aledaños, debe primero que todo, aligerarse de sus cadenas de oro, de su reloj, de cualquier prenda que sobre salga, porque de lo contrario, corre el peligro de que lo dejen sin nada. Por los alrededores de los grandes almacenes, El Éxito, Carrefour, merodean toda clase de maleantes a la espera de que alguien caiga. Y claro, cae una señora a la cual intimidan, le dicen que son de la Policia y que están haciendo una inspección para evitar que roben sus carteras y sus tarjetas de crédito y dándose sus mañas, que van desde la presión sicológica hasta las drogas, logran que les entreguen sus tarjetas y les pidan la clave y vayan hasta el cajero y le saqueen la cuenta. Y ni un policía por allì. Todo dentro de la mayor tranquilidad y de la mayor cortesía. Y si se va a poner el denuncio, debe ir hasta el comando de la policía en el centro, no obstante que el robo se haya producido en Cabecera.¿ Alli què encuentra?. Una estrechísima sala en donde no cabe la gente, atendida por un solo empleado que se defiende repartiendo boleticas con el turno, para darle por lo menos al clientela ilusión de que en alguna hora lo van a atender, mientras que el paciente de turno tiene que contar sus cuitas a boca de jarro, ante todos los demás que empiezan a saber còmo se llama, què le ha ocurrido, cuanta plata lleva en la cartera, còmo fue el cuento y todos los datos que deben ser objetos de reserva y allí se exponen al público,. A medida que pasa el tiempo, la gente que espera empieza a cansarse y se va, dándole por una parte aire al empleado, que ve disminuido el turno y que ve también como la justicia empieza a esfumarse. Pero los pacientes que quedan no quitan los ojos del empleado que teclea y teclea, hasta que también se cansan, pierden la paciencia y, se van y se alejan de la oficina de la Policía. Y cuando salen a la calle, desilusionados por que al estado le importe una higa el haber sido robados a mansalva y sobre seguro, en plena calle concurrida, a la vista de todo el mundo, ven que la delincuencia no descansa y aparece de pronto un raponero y le manda la mano al cuello de un transeúnte y se lleva entre los dedos la cadena de oro, de plata o de plomo que lleva anudada a su cuello y sale huyendo, y tràs de èl, el pobre transeúnte que cree ingenuamente que lo va a alcanzar , para encontrarse con que el ladrón se esfuma por el lugar màs insòlito posible y se lo traga la tierra y no lo vuelve a ver nunca. Luego les dicen que eso es mejor ir a la Fiscalía y se van para allá. Y allí encuentran que las empleadas les dicen que es mejor que vuelvan otro dia porque están colapsadas. Pero se quedan y por fin las atiende una empleada, quien les escucha el cuento y cuando terminan de contarlo, le dicen que qué pena, pero “ ya se acabó la hora de atención” , porque solo se atiende hasta las cuatro de la tarde.

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