viernes, 18 de junio de 2010

CHINO LUIS” : EL MARADONA BUMANGUËS.

POR: RAUL PACHECO BLANCO:

En la pre-historia del futbol bumangués , la gran figura era chino Luis, un zapatero remendón que durante la semana se dedicaba a poner tacones , suelas y demás reparaciones del calzado de la gente de su barrio. Y luego en el fin de semana, se iba a jugar futbol. Hacía desde luego, lunes de zapatero, pues ese dia era sagrado, así como para el resto de la feligresía de su barrio lo era la misa . Durante ese lunes, se suspendía el trabajo y el letrero que estaba en la entrada, era arriado, como una bandera, para que nadie lo molestara en su día sabático. Se levantaba tarde y apenas lo hacía, destapaba la cerveza que helaba en el estanque del patio y la mezclaba con chicha fuerte, de aquella que pasaba la prueba del abejorro y, empezaba la libación en compañía de un par de colegas que se reunían con él para hablar de futbol , sobre la calidad de los cueros y sobre las nuevas tecnologías de zapatería. Ese precioso menjuje que resultaba de la mezcla, lo servía luego en totumas para que sus amigos apreciaran el bouquet. Por eso se relamían los labios cuando tomaban el primer sorbo, pues lo encontraban exquisito. Y tenía tanto éxito chino Luis con su menjuje, que alcanzo a recibir ofertas para tratar de comercializar el producto, pero a chino Luis lo que le interesaba era la zapatería y el futbol. Para la zapateria, tenia una lezna que cortaba como un cincel en manos de un Miguel Angel labrando el mármol. Corría ese filo por el cuero recién curtido y olía a cuero y olía a quemado, como cuando un cuerpo recibe la combustión y se congestiona y se inflama. Esa lezna se deslizaba sobre el cuero y le sacaba chispas. Y si de algo tenía chino Luis cuidado, era de su lezna, a la cual le sacrificaba todo el tiempo que fuera suficiente para mantenerla al dia, en brillo y en filo. Era una lezna, que en donde veía cuero, embestía. Casi que tenia poderes mágicos, pues espejeaba en las manos de chino Luis, asi no hiciera sol y no entrara rayos de luz sobre su taller de zapatero remendón. Y brillaba como ella sola. Era la niña consentida de chino Luis, envidiada por todos los colegas, quienes cada vez que podían le proponían negocio. Pero él se mantenía en lo suyo : la lezna seguiría con él hasta el fin de sus días. Una vez que la utilizaba con el cuero, la guardaba en un estuche que hizo expresamente para ella y la dejaba en su cómoda como para resguardarla de todo mal y peligro. Al llegar el domingo, la sacaba del estuche y la colocaba en su mesa de noche, mientras se ponía los protectores genitales, la pantaloneta., una rodillera , la camiseta y los guayos qué el mismo fabricaba con tacos que parecían buldózeres alemanes y que se constituían en arma tanto cortante, como contundente.
Luego de esa faena, tomaba la lezna y la colocaba en la pantaloneta, en un bolsillo hecho expresamente para ella. Ahí si, salía disparado hacia el estadio. Cuando lo veían llegar, los demás jugadores le pasaban revista y constataban si llevaba o no la lezna, para ver en qué forma podían acometer semejante amenaza. Pero nadie se atrevía a denunciarlo, porque la lezna tenía efectos letales. . Asi que el silencio era el mejor antídoto para esa dolencia..
Y tenia una barra asegurada que lo acompañaba los domingos y le servia de grupo de presión para entusiasmar a la gente y aplaudir sus jugadas. Ya en la cancha, nadie se atrevía casi ni a mirarlo y el chino Luis llevaba y traía ese balón por el estadio Alfonso López, con un dominio de pelota que nadie de ahí en adelante llegó a tenerlo, incluyendo a los jugadores que luego llegarían de Argentina para bautizar el futbol nuestro, como la “bordadora” Américo Montanini. Asi que el chino Luis era el máximo goleador del campeonato, la figura más destacada de la cancha, la más promisoria figura del futbol criollo, del futbol estilo Pamplona, tirando el balón para arriba como si los goles se hicieran en las nueves o en el cielo. Por eso cuando se tenga que hablar del futbol santandereano, se tendrá que empezar por Chino Luis, pues se convirtió en un jugador de época que ni las nuevas, ni las viejas generaciones volvieron a contemplar. Paz en la tumba de chino Luis, quien fue enterrado precisamente con su lezna filuda en un ataúd que no era largo, sino redondo como un balón.

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