domingo, 9 de diciembre de 2007

EL HOMBRE VESTIDO DE BLANCO

POR: RAUL PACHECO BLANCO



Usted se lo puede encontrar por la calle y quedar un poco perplejo de ver que al filo del medio dia, va con su impecable liqui-liqui, como el que se puso García Márquez cuando recibió el premio Nobel de literatura, sus zapatos blancos de marca y un sombrero alón también inmaculado que le cubre la cara y lo protege del sol.
Y empieza a devanarse los sesos para saber quien es, porque en otras épocas también se veía en el parque Santander un hombre robusto, ya entrado en años, con un ojo vendado y enfundado en un frac, que se sentaba a ver pasar la tarde.
O en épocas mas recientes a un hombre elegante, vestido de cleryman, enlocionado y más bien con pinta de ir a visitar la novia que de jesuita, pero que llamaba la atención por la finura con que caminaba y sobre todo las maneras y el atuendo impecables, que también dejaba a los transeúntes perplejos.
Pero no. El hombre del liqui-liqui es un hombre común y corriente. Tan corriente, que estudió derecho en una universidad donde aprendió a fabricar bombas Molotov, a subirse en tribunas improvisadas en las esquinas para echar discursos delirantes clamando por la revolución Y que luego entró en el proceso inevitable de los años que atempera los ánimos, reduce las aspiraciones y se va posesionando de su verdadero papel en la vida.
Por eso dejó las bombas Molotov, las arengas incendiarias y se dedicó a la verdadera pasión de su vida : la literatura. Y cuando nadie le había leído un solo articulo de periódico, ni un cuento, ni un ensayo, lanzó su primera novela, con ánimo de causar polémica : Las Putas también van al cielo “. Y le siguieron la Cruz Trenca y otras. Luego La Carta al Rey, cuando el Rey Juan Carlos no había mandado a callar a nadie.
Y más adelante una novela de ochocientas o más páginas , en donde por cierto, para hacer honor al instrumento, como dicen los abogados, se hizo retratar en la portada, con facha de bandido, su fusil en la mano y cierto aire de matón.
Salía a las calles en un bus cargado de sus libros para venderlos a unos clientes más interesados en comprarse una pizza o unos zapatos, que un libro.
Pero ahí marchaba el hombre. No como un Quijote, porque eso ya está muy gastado, sino como un José Pascual Afanador, tratando de vender su cartas a la nobleza sangileña, o como un don Fulgencio Gutiérrez que abría de par en par las ventanas de su biblioteca, para que la gente al menos viera los libros que se alineaban en su abigarrada estantería y tuviera contacto, así fuera visual, con ellos.
Luego cambió de tercio y se dedicó a la investigación. Dejó a un lado la novela. Ya no lee y cuando escribe lo hace en una forma inventada por él para jugarle sucio a la escasa vista que le queda. Pero eso no le importa. O le importa un carajo, como lo dice , con acento sangileño y tono alemán
En el camino de l investigación, ya lleva un libro sobre los Guanes, tratando de ahondar en temas que antes no se habían tratado, con criterio de arqueólogo y de interprete de primera mano de su cultura.
Y ahora, también vestido de saco cruzado, blanco, lo mismo que su camisa y su corbata y sus zapatos y sus medias y... su sombrero, que no lo deja, ni aún en la sombra de una noche fresca, para no permitir que se le fuguen las ideas de la cabeza . En ese escenario lanzó su ultimo libro : Protocolo Tairona sobre fecundación , embarazo y parto , dentro de áreas ya de por si complicadas , como la la arqueastronomía y la arqueomedicina aborígenes, que el médico Jaime Calderón Herrera trató de explicarnos en una noche inspirada, tanto para él, como para el autor del libro.
Si usted se lo encuentra por la calle, vestido de blanco como lo hemos descrito, es Jaime Alvarez Gutiérrez, un abogado dela Libre, que se volvió novelista y luego científico, abandonando su destino inicial de revolucionario de izquierda.

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