viernes, 25 de mayo de 2018

LA DEMOCRACIA HARDWARISTA

POR: RAUL PACHECO BLANCO

 Las democracias son como los computadores, tienen un hardware y un software.

Una parte mecánica y otra orgánica. En la parte mecánica está la maquinaria de los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, un sistema de leyes y una organización electoral, ese es el cascarón, la piel de la democracia.

Y desde luego se pueden hacer bellezas, con toda clase de jugadas para que la tribuna goce, como ha gozado la tribuna de sol de la Venezuela Madurista.

Allí los tres poderes pueden reducirse a uno solo, en este caso el ejecutivo, que comanda a los demás y les da órdenes como a los militares. Para él un militar es igual a un juez y deben cumplir el mismo oficio: obedecer. Y el legislativo que generalmente se ocupa de hacer las leyes, el ejecutivo le ahorra el trabajo y las hace por medio de decretos leyes o de leyes habilitantes.

Inclusive puede darse el lujo de dejar en manos de la oposición el legislativo, pues para eso existe un remedio infalible que es la soberanía popular. Entonces se crea una asamblea constituyente, el poder original, maestro, que dicta las leyes fast track y si se necesita, enmienda la constitución.

Es el pueblo mismo el que ejerce la capacidad de hacer leyes, ni más faltaba. Y la organización electoral es apenas un apéndice del poder ejecutivo que separa las impurezas de la realidad electoral y las convierte en verdad.

Si hay necesidad de acomodar el resultado de las elecciones, lo hace, con la efectividad suficiente como para que el jefe de estado y jefe de gobierno al mismo tiempo, alaben la labor realizada por la institución.

Pero esta democracia así organizada no tiene software, o sea los principios como la libertad, la igualdad y el derecho de propiedad. Esto viene sobrando. Aquí la libertad no existe, pues el presidente, su presidente, les ahorra a los ciudadanos el tener que pensar. Eso lo hace el presidente. Es como una especie de derecho de pernada democrática, en que el soberano tenía de desflorar a la esposa recién casada, para evitarle el fastidio de la desfloración al ciudadano y ahora de sustituirlo en el engorroso proceso de pensar y de hacer.

Todos los derechos que tiene el ciudadano del común en la carta constitucional, los realiza el presidente y él decide por quien votar en las elecciones, qué leyes le convienen al pueblo, qué decisiones judiciales se deben tomar y así por el estilo. La igualdad la da también el ejecutivo que señala los derechos de cada quien, que los iguala ante él. Y el derecho de propiedad rompe las barreras de la individualidad y a cada quien se le da lo que merece, para obedecer a los patrones de la nueva igualdad institucional.

 

 

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