domingo, 7 de octubre de 2012

LOS SUEÑOS DE ANGELINO Y DE ROY BARRERAS.


 
POR: RAUL  PACHECO  BLANCO.

Angelino soñó que el presidente Juan Manuel Santos  iba en camilla hacia la mesa de operaciones  y que la intervención quirúrgica se haría con anestesia general. Ese punto se lo había aprendido de memoria: cuando el presidente no tenga conciencia por estar privado de ella en una operación de carácter general, el presidente debe ser remplazado por el vicepresidente. Y se vio subiendo las escaleras  del capitolio en medio de la plaza llena de sindicalistas, con banderas de las tres centrales, con sus viejos compañeros de lucha enfundados en vestidos de paño liviano y corbata amarilla. Y que de pronto se volvía  hacia la plaza colmada, para recibir el aplauso de todos. A continuación seguía subiendo las escaleras hasta llegar al hemiciclo en donde lo esperaban los parlamentarios y el cuerpo diplomático para su posesión como primer mandatario de los colombianos, mientras el presidente se hundía en el quirófano a la espera de cinco horas de intervención. Se escuchaba  el bullicio de los sindicalistas que no se callaban y el grito de “el  pueblo unido jamás será vencido”  se repetía hasta el cansancio , mientras se estrellaba contra las paredes de la catedral y volvía hacia la plaza. Y se intuía  el momento culminante, cuando Roy Barreras llegara con la banda presidencial y se la colocara entre pecho y espalda. Dos vallecaucanos se abrazaban olorosos  a lavanda y poder. Y luego el discurso de Roy Barreras, cuando emocionado le dijera  en lenguaje vallecaucano: Señor Presidente. Ahí se le erizaría  la piel. Y se le volvió a erizar, cuando pronunció su discurso de posesión. Ya estaba en la fila de los inmortales, de los otrora Bolívar, Santander, Núñez. Pero faltaba el sueño de Roy. Y comenzó casi al mismo tiempo de el de Angelino, solo que con más vueltas. Porque primero vio que pasaban en camilla al presidente para la sala de operaciones con anestesia general. Y luego llegaban hasta el apartamento del vicepresidente los médicos seleccionados  para examinarlo y dictaminar su incapacidad .  Ya con el certificado de los galenos de la incapacidad del vicepresidente para asumir la presidencia, debía regresar al Congreso para que éste procediera a nombrar a quien  debía remplazar al primer mandatario en esta emergencia histórica, en que los dos sujetos del poder se inhabilitaban físicamente. Ahora entraba él, como presidente del senado y con su ascendencia partidista, a que el Congreso en pleno lo acogiera como nuevo mandatario de los colombianos. Y se repitió la historia de Angelino, solo que la plaza de Bolívar no estaba llena de sindicalistas, sino de desempleados. Gozó igual que Angelino cuando le pusieron la banda presidencial, cuando los parlamentarios y el cuerpo diplomático se estremecían  en aplausos y cuando él, con pulso de cirujano, tomaba el grueso  legajo de papeles en que iba su discurso de posesión. Y que la gloria le caía en picada. Sin embargo, ni Angelino ni Roy  contaban con el desplante de torero del presidente, cuando definió  su operación como no invasiva y por lo  tanto, no perdería en ningún momento la conciencia y seguía siendo el presidente de los colombianos aun desde la misma mesa de operaciones. Entonces, fue el fin del sueño. De los dos sueños.

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