domingo, 2 de septiembre de 2012

YA VAMOS LLEGANDO.

POR: RAUL PACHECO BLANCO. Con la letra de la canción de Varela, ya vamos llegando, me estoy acercando, puedo decir que estamos llegando a los ochenta años. Qué horror. Y lo peor es que no los siento. Porque a esa edad se acabó mi papá. Le entró la roya. Luego uno tiene que sentirse agradecido con la vida pues las cosas no van siendo así, Pero una de las grandes satisfacciones es poder llegar a estas edades sin tantos achaques., sin tanto cansancio. Es una de las mejores etapas que uno pueda vivir. Por lo menos en mi caso y si la comparo con las demás etapas, yo creo que tiene más ventajas que las otras. Aquí se empieza a ver el mundo de otra manera, a vivir de otra forma. En primer lugar, la angustia de la lucha por la vida es algo que lo apremia a uno y que lo pone contra la pared, sobre todo los domingos, cuando cae el sol y se espera el lunes incierto en que no se sabe si caerá la plata para comer o no. Así que ya esos lunes no martillan igual, aunque queda desde luego el rescoldo de la suerte, que esa si está presente a todas horas. Esa seguridad le da la confianza suficiente para dedicarse a lo que le gusta, en este caso a la lectura y a la escritura. Escribir una novela es una de las aventuras mayores en que uno se pueda ver envuelto. Y con qué satisfacción se ve el resultado. Pero aun mejor, cuando se está trabajando y pasan las hojas y la vida se cuela entre ellas y queda allí como testimonio de algo. De ese algo que no es tan efímero y que puede perdurar. Y leer o poder leer tantos libros que reposaban en la biblioteca y que apenas estaban firmados y fechados, pero ni siquiera ojeados y menos leídos. Tiempo para meterse con los clásicos. Descubrir a Shakespeare, porque el Shakespeare del colegio es otra cosa, pues apenas se trata de la banalización de obras de teatro, en que inexpertos atores recitan de memoria trozos de los dramas del maestro. No, es descubrir que allí en esos textos se encuentra acumulada una sabiduría que se refleja en cada frase. Porque así como García Márquez pule sus frases, una por una, hasta que aquello quede tan transparente que no se note ni el vidrio, así lo hacia Shakespeare en cuanto condensar en unas pocas palabras multitud de ideas. Hasta llegar a Murakami, el novelista total en el sentido de que funde la realidad y la ficción, como no lo han podido hacer los autores occidentales. Pero lo más importante de todo, es el cambio de actitud ante el mundo y ante las personas. Antes como que se veía uno en una lucha contra el mundo. O como decía Alzate Avendaño : siento el mundo como contraparte. Ahora, el mundo no es contraparte, la persona que pasa por la calle no es mi enemigo, es casi mi hermano. Desde que uno mire al otro el otro lo mira a uno. Y desde que uno respete al otro, el otro también lo respeta. En eso fue muy sabio Gandhi cuando dijo en palabras memorables todo esto que se expresa en la idea de la confraternidad. Y desde luego el amor, fundado en uniones firmes, estables. Porque debe ser muy difícil enfrentar estas edades en la soledad de un cuarto. No hay alegría mayor que regresar por la tarde al hogar para pasar la noche con la sensación de una comunión con los suyos, que es como el reflejo de la armonía del cosmos.

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