POR: RAUL PACHECO BLANCO:
Resulta deprimente ver una sesión del Congreso por televisión. En primer lugar, nadie le para bolas a nadie. Cada quien está en lo suyo, comiendo en el recinto, hablando por celular todo el tiempo, armando corrillos mientras el orador de turno inútilmente trata de hacerse escuchar.
Parece más bien como un tertulia de café , desorganizada, en donde la gente sale para el baño, compra el periódico, se hacer embolar o compra lotería.
El presidente del senado es un costeño descomplicado , que se sube y se baja de la presidencia como si estuviera corriendo base y habla en el lenguaje de Bazurto allá en su Cartagena natal. Con la misma frescura con que se comparte en un parque de la Heroica lo hace allí en la presidencia del senado, mientras se come una caramañola.
En una de las últimas sesiones, quería organizar el debate de moción de censura contra el ministro de agricultura. Y en ese lenguaje callejero que maneja, y con el acento más marcadamente cartagenero, decía : primero vamos a escuchar a los voceros de la oposición para que expongan sus argumentos. ¿ Cuántos oradores hay inscritos, señor secretario? , catorce, ah, bueno, entonces hablan esos catorce oradores cuando ellos terminen, dejamos que el ministro se despache.
Quieto en primera. Luego vienen los turnos de los oradores. Les dan determinado tiempo a cada parlamentario inscrito. Veinte, diez minutos. Y el tiempo pasa, el orador se comunica con la gente de su electorado que lo está escuchando y no se da cuenta de que el tiempo se ha pasado. Le quitan el sonido y el parlamentario sigue hablando para el solo. Le devuelven el sonido y continua, tomándose mas tiempo de el que se le ha señalado. A la senadora Piedad Córdoba tuvieron que aumentarle el tiempo, porque no terminaba y casi hay que llamar a la guardia del senado para bajarla de la tribuna.
El Ministro del interior, que es un experto parlamentario, se hace en primera fila, tratando de empavar al orador que lo tiene casi encima, con una sonrisa burlona, haciendo un desplante de torero veterano, mientras a su alrededor se cuecen las jugadas parlamentarias y le da ánimo al ministro de agricultura novato, que se ha preparado muy bien para el debate de su moción y se ha tomado varias pastillas de valium para los nervios. El senador Artunduaga, que parece un jayán de cuadra dispuesto a darse trompadas en las calles de Neiva con el primero que se le atraviese, le respira en la nuca a los ministros, que se ríen en sus narices y se miran con el desafecto debido.
El senador Cristo gaguea. El debate se va en mociones de orden. El tiempo avanza.
Exposiciones deshilvanadas, a las carreras. Parece que la vida del Congreso se desarrollara mas bien en la periferia, en los pasillos, en los corrillos, en el bar que se traslado al recinto, porque ahora los senadores no salen a comer al bar, ni a tomarse u n tinto o agua pura. Todo les llega a su curul. Así que la curul se llena con el vaso de agua, la cena, la gaseosa, los celulares. ¿ En qué va el debate?. Vaya Dios a saberlo, es tan distraído el ambiente, que ninguna exposición logra centrarlo, todo es disperso, fútil, baladí , transitorio. Aquello parecía mas bien una debate en plena plaza de San Victorino .viejo.
viernes, 6 de noviembre de 2009
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