viernes, 13 de noviembre de 2009

EL CAIN DE SARAMAGO.



Por: RAUL PACHECO BLANCO.

Hasta cierto punto fue una decepción la novela de Saramago. Se esperaba que él hubiera tomado la figura de Cain para recrearla, para reivindicarla. Pero tomó un camino más fácil, que fue ponerlo a contraluz de Dios, para que al apreciar la maldad del creador, empezara a redimirse un tanto la figura satanizada de Caín.
Entonces el papel de Cain lo reduce Saramago a ser el veedor de las acciones de Dios, siempre llenas de maldad, una matanza alli, una plaga allá, para tratar de aconductar al hombre.
El Dios de Saramago, aunque él dice que no cree en él, es un ser lleno de soberbia y como cualquier dictador centroamericano, eleva a la categoria de delito de lesa majestad, la desobediencia a sus órdenes. Se trata del pecado mayor que puede cometer un ser humano ante Dios: la no subordinación. Lo demás, pues, es lo demás.
La relación Cain-Abel no es analizada, no se mete a encontrar la razón y el porqué de esa posible disputa entre hermanos. Eso lo soslaya Saramago.
Asi que el interés mayor está en vapulear a Dios, provocarlo, ponerlo contra la pared, decirle que es un hijueputa, cayendo en un contra sentido, porque si no cree en él, si no cree que exista¿ entonces porqué le pone la palabra de más calibre en español o en portugués?.
Creemos pues, que la figura de Cain no ha sido reelaborada, para encontrarle una justificación a sus acciones, para entrar a su alma y desnudarla, en fin, para meterse en el fondo del personaje. Nada de esto ocurre, con lo cual creemos que Saramago ha fallado. Qué diferencia con el Evangelio según Jesucristo, que es una obra de mayor envergadura y que asi no se esté de acuerdo con lo sostenido, la belleza formal, las descripciones, los argumentos, el manejo del lenguaje tiene tal encanto, que se impone ante el lector, asi reaccione ante sus tesis.
Cain, es una obra menor. Escrita si de cabo a rabo en una ironía sostenida y en eso si es un maestro, sin necesidad de forzar las cosas, en forma limpia se burla de todo lo que se le pone por delante, con una gracia que hacer recordar la picaresca española.
Pero no cabe duda que la maestría del lenguaje en Saramago sigue siendo un paradigma, con lo cual se emparenta con la literatura latinoamericana, en donde la palabra tiene mucho peso, en contraste por ejemplo con la literatura oriental, en donde la palabra se reduce, se opaca si se quiere, para dar cabida a otras realidades.
Por eso Pamuk ha dicho que la literatura latinoamericana es empalagosa, por ese apego al buen decir, a la búsqueda del giro poético, a la frase bien elaborada, con la belleza en el fondo y en la forma.

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