domingo, 25 de octubre de 2009
CONVERSACION EN LA CATEDRAL DE VARGAS LLOSA.
POR: RAUL PACHECO BLANCO:
Qué mejor expresión de la política que ese dialogo ininterrumpido que nos presenta Vargas Llosa, dando la idea de que la política es una energía que se transmite sin interferencias y que de producirse una interrupción se provocaría un corto circuito.
En la novela casi sale del juego el narrador, porque es tal la riqueza de la acción, y de los diálogos, que no hacen falta la explicaciones de relator alguno.
Es una novela, eminentemente cinematográfica, donde el camarógrafo es el que manda, siguiendo el hilo conductor del director.
Así como Carlos Fuentes se mete en la historia de México, para encontrar su entraña, Vargas Llosa hace lo mismo, pero para encontrar la entraña de una dictadura, en este caso la del general Odría.
Y aquí también toma la técnica kafquiana de no acercarse al personaje central, sino rodeándolo, envolviéndolo , mas que todo por los efectos que produce o por la acción de sus mas cercanos colaboradores.
De Odría no supimos nada. Solo de su comportamiento como dictador, mirándolo desde la óptica de su jefe de seguridad.
Así que la dictadura entra a definirse como un estado de policía, en dond el eje de la acción viene a ser el jefe de la seguridad.
Ese es el caso de don Cayo, el oscuro personaje de provincia que es arrancado del desempleo para llevarlo a ocupar altas posiciones del estado y entrar a definir el modelo de una dictadura.
Así que la dictadura de Odría se define en la medidas que impone don Cayo, recibiendo instrucciones de arriba. El clásico trabajo sucio que se tiene que hacer en un gobierno y que directamente no asume el jefe del estado, sino que lo delega en las personas que tienen las suficientes agallas para hacerlo.
Don Cayo nos trae la imagen anticipada del Montecinos de Fujimori, con toda clase de medidas que van desde el soborno hasta el asesinato.
Y entran en juego los estudiantes, reflejados en Zavalita, quienes vienen a quemar una etapa de sus vidas dedicándose a la conspiración, sin que de allí salga el futuro buscado. Solo el romanticismo de esa etapa en que se queman energías de más, en busca de algo que no se tiene expresamente definido, pero por el cual se da la vida.
Sin dejar de lado el papel de la mujer en estos casos, la red de mujeres que se mueven alrededor del poder, surtiendo los espacios libres de los hombres de poder, en medio de aberraciones en muchas direcciones.
Aquí el novelista no le saca partido al estilo, a la bella prosa, como es el estilo de ahora cuando las novelas son puro relato, eliminando escenas, para aprovechar la circunstancias y hacer malabares con la palabra.
Se trata de una novela clásica para conocer la historia del poder en Latinoamérica en las épocas de las dictaduras de mediados del siglo pasado.
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