viernes, 13 de febrero de 2009

URIBITO

Por: Raúl Pacheco Blanco

El diminutivo se suele utilizar unas veces en señal de cariño y otras de desprecio., aunque también hay que tener en cuenta las características regionales, pues en Bogotá es cariño, pero en Santander es desprecio.
En el caso del exministro Arias se hace en señal de desprecio.
Pero siempre ha ocurrido en el país que los grandes líderes suscitan a su alrededor tal admiración, que sus seguidores copian los gestos, la modulación verbal, la forma de expresarse y aún la de vestirse.
Por ejemplo, Alfonso López llegó a sentar cátedra de bien vestir y de utilizar lociones muy finas y corbatines ingleses, haciendo que seguidores suyos como el expresidente Julio César Turbay, incluyera en su vestuario el corbatín con el cual se le conoció y se le caricaturizó.
Los amigos de Älvaro Gómez Hurtado, todos hablaban igual a él o trataban de hacerlo, los laureanistas ponían los ojos como los ponía Laureano, y los alzatistas se empeñaban en copiar su fraseología y sus gestos. Así que esta es una costumbre nacional. Eso es lo que viene a refrescar Andrés Felipe Arias, un personaje en busca de autor que decidió talvez fijarse en Uribe para extraer de allí el comportamiento y las actitudes. Ahora, el país siempre ha clamado por el relevo de las generaciones, que se vincule gente nueva a la cosa política, y eso es lo que está haciendo Andrés Felipe Arias, luego no se puede de descalificar de entrada, presentándolo como una caricatura del presidente Uribe. Ya tendrá tiempo de despegarse de su modelo.
Dentro del conservatismo hace tiempo no aparece una persona que aglutine, que tenga agallas y se desprenda un tanto del pelotón.
El conservatismo ha sido invadido por figuras menores sin mayor trascendencia y han pasado. Solo se rescatan Nohemí Sanín, Andrés Pastrana, por su condición de expresidente, Juan Camilo Restrepo, Moreno y pare de contar.
Talvez a Andrés Felipe Arias le falte ese talante de caudillo que aprendimos en Gaitán, en Alzate, en Laureano, en Carlos Lleras, y su cara barbilampiña no proyecte una visión del caudillo.
Pero eso no quiere decir que no tenga condiciones. Se ha situado en todo caso en el centro de la controversia, tiene ganas y eso cuenta mucho, luego no hay para qué colocarle el INRI de que es un simple imitador del Presidente, como cualquier Díaz Salamanca que trata de poner en escena su capacidad de imitación y nada más.
Antes los presidentes llegaban al poder luego de una trayectoria de veinte o mas años, pero tenían que hacer sus pinitos, bien sea cargando ladrillo como Julio Cesar Turbay, o sudando la gota gorda como Laureano Gómez o Jorge Elíécer Gaitán. Las posibilidades de ser elegido Presidente son muy remotas, lo cual puede calmar a sus detractores, pero está bien que se insinúe, que se muestre, que se presente como alternativa de las nuevas generaciones.
Hay que abrir el compás.

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