martes, 14 de abril de 2015

EL COCHE DEL SEÑOR RECTOR.


POR:  RAUL  PACHECO BLANCO.

 
El señor rector de la Universidad Industrial de Santander pecó no por exceso en la inversión del automóvil Audi, pues se trataba de un buen auto que le iría a dar mucho prestigio y caché al alma mater. Pecó por la clase de carro pues bien sabido es que el Audi atrae la piedra, lo hace muy vulnerable y pone en peligro  tanto la vida como la salud del señor rector, además de  perder la inversión. Tal vez el señor rector se sintió presidiendo la universidad de Oxford o de Harvard, en donde los rectores  pueden darse el lujo de llegar en Audi a su despacho, sin que les  pase nada. Pero ya tratándose de la Uis la cosa empieza a cambiar. En cambio, si el rector se va por un auto blindado en donde la piedra no hace mella, con vidrios polarizados y toda clase de seguridades la cosa hubiera sido  distinta. Es mucha la tentación de un muchacho de ver un auto tan bonito como  el Audi rodando por las calles, o junto a la entrada de la universidad o en sus jardines, como para no sentir ganas de estirar el brazo. Cuando uno está muchacho, siempre lleva cauchera, bien sea para matar pájaros o  para romper uno que otro vidrio de un vecino que no quiere que juguemos futbol frente a su casa. Entonces la tentación es mucha. Ahí fue donde entró a equivocarse el señor rector.  Como también hubiera sido un error si  hubiera comprado un carro descapotado, deportivo, que luce muy bien y las mujeres se derriten porque se les dé  una vuelta en semejante modelo. Hubiera sido una temeridad. Porque también se había podido escoger un modelo tipo radiopatrulla que está muy bien acondicionado para el trabajo fuerte, pesado. Hay modelos  bien balanceados, de tecnología de punta que cumplen muy bien el cometido para el cual fueron hechos. Claro está que da cierto pudor andar por ahí en  radiopatrulla y más cuando se trata del  rector de una Universidad. Eso es cierto. Pero ante todo la seguridad. Generalmente a un radiopatrulla se le teme, el muchacho lo piensa dos veces antes de tirar la piedra pues sabe que no le irá a ir bien del todo. Se necesita en todo caso mucha sabiduría para tomar una decisión adecuada en un momento de estos, cuando está de por medio la opinión pública, que suele ser muy despiadada. Triste en todo caso devolverlo a la agencia.

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