viernes, 11 de julio de 2014

EL GENERAL ÁLVARO VALENCIA TOVAR


POR: RAÚL  PACHECO  BLANCO.

 

A uno se la hacía raro que un militar a la hora del almuerzo de la tropa, en lugar de estar fisgoneando para ver en donde encontraba  el motivo para imponer un castigo o vaciar a un subalterno, el capitán Álvaro Valencia Tovar pasaba todo el tiempo recorriendo las instalaciones del comedor, leyendo algún texto de estudio o de literatura. No utilizaba lenguaje cuartelario.  Sus castigos eran adecuados a la falta, sin las desproporciones de otros oficiales que la magnificaban para curar heridas viejas. Su  capacidad de trabajo era admirable, el tren intelectual de la escuela de Infantería, no obstante no ser el jefe, sin embargo giraba en torno a él, tanto por su capacidad de trabajo, como por su versación militar. Era el militar de mostrar y arrastraba discípulos que querían copiarlo, por lo menos llevándose textos a los almuerzos para imitar el modelo. La escuela de infantería tenía cuatro compañías: la A, la B , la C y la D, a la cual pertenecíamos nosotros por la decisión de entrar a estudiar derecho. La mejor compañía era la A, la más ordenada, cumplida, estricta y  estaba comandada precisamente por el capitán Valencia. Los bachilleres habíamos sido escogidos en los respectivos colegios, no tanto por la aptitud física, como  por la orientación política. Ya Estábamos en  el gobierno del general Rojas Pinilla.  Al ver el físico del capitán Valencia, le daba a uno la impresión de tanta fragilidad que no concebía cómo aguantaba el ajetreo militar y como sobresalía, sin necesidad de que tuviera un cuerpo de mariscal. Sin embargo le sobró fuerza y valor para ir por una parte a Corea a pelear con los comunistas y, a enfrentar la guerrilla cuando estuvo en Santander y dar  de baja a nadie menos que el cura Camilo Torres. Pero volvamos sobre su fragilidad, que  era la primera impresión que despertaba, lo cual contradecía completamente el accionar de un militar hecho a la medida de los más estrictos cánones. Nada de    fragilidad moral. En él no se podía concebir por ejemplo, un falso positivo, nada más repugnante a su estructura de hombre de combate, con una ética estricta de patria y de moral que hacían completamente imposible concebir en él tan bajo proceder. Tenía el suficiente carácter para guiarse  por principios. Por eso él no entendía que otros si lo hicieran y se la jugaba  en paro defendiendo lo indefendible. Ha sido el general de más soles que hayamos tenido nunca.

No hay comentarios: