martes, 28 de mayo de 2013

EL CRUCERO DE LA JUSTICIA



POR:  RAUL  PACHECO   BLANCO.

Había un programa de  televisión todos los domingos que se llamaba el crucero del amor, The love boat,  en donde podía ver uno  a Bernie Kopell , Gavin  Mac Leod y Julie Mac Coy,  disfrutando del   placer  de la vida burguesa, desperezándose en crucero sobre el mar que daba para la nostalgia. Ese programa alimentó  muchas fantasías  y dejó un grato sabor.  Los años fueron pasando y quedó ese crucero  allá metido en la bruma del recuerdo. Afortunadamente se nos volvió a presentar la oportunidad de despertar esa nostalgia,  cuando supimos que la presidenta de la Honorable Corte de Justicia se hallaba en la mar junto con un notable cortejo de magistrados subalternos, que trataban de rendirle cortesía por la cercanía de su cumpleaños. Y sobre todo, por lo cercana de  la nominación para suplir vacantes en la Corte .  Oportunidad tan calva como ésta no se podía desperdiciar para llenar de atenciones a la nominadora, tan bella como cordial. A ella ,afortunadamente , la puso a salvo de cualquier mal entendido la compra de los pasajes por parte de su hijo en el día de la madre. Y no solamente eso, sino que ella también, no para cubrir apariencias, sino por su constante inquietud intelectual y su deseo de acierto como de estar al día, se llevó los expedientes de casos pendientes para tratar de encontrar allá en la certeza del camarote, o eventualmente al lado de la piscina la luz suficiente para producir aquellos fallos de enmarcar y que generalmente blasonan a nuestros magistrados. Fue una dicha tal acierto, pues de pronto gente malpensada creería  que ella se desplazaba hasta la mar únicamente en función de placer, cuando lo era en función de trabajo, distinción que es bueno  anotar para evitar suspicacias. Bien sabemos que el aire de la mar y su ambiente salobre son propicios a la creación y aunque una sentencia no es del todo una creación, si puede ser un tanto más brillante que otras, que  suelen  ser muy  ladrilludas y llenas de una jeringonza solo propia para rábulas. La mar lleva un lenguaje castizo y claro y como que se hermana con el derecho y la buena dicción, cuando se está en alta mar, cuando los tiburones merodean la sangre caliente de los pasajeros y sobre todo del capitán. De  toda esta experiencia solo le pedimos a la honorable magistrada, que cuando publique su  sentencia nos diga que ésa fue la que produjo en alta mar, para que gocemos tanto de la sabiduría innata, como de la belleza de la forma, que seguramente estará hecha en piedra de Barichara . La honorable presidenta dejó  en todo caso para la historia una experiencia que hasta el momento no se había presentado, que es la de elaborar sentencias en alta mar.  El nivel intelectual se dejará ver al comparar las  otras sentencias producidas por los magistrados auxiliares , o por lo menos retocadas y corregidas por ellos y, ésta,  que llevará el sello inconfundible de la mar.      Lo que si nos parece de mala educación es la de haberse encerrado  en su cuarto para producir sentencias en lugar de salir a departir con los magistrados de Tribunal que querían homenajearla y estar con ella, para que tuviera oportunidad de analizarlos, de valorarlos ,para cuando se produjera la elección para llenar las vacantes en la Corte.  Desilucionados  debieron quedar esos magistrados, que sacaron el tiempo de su trabajo para entregárselo a la presidenta de la Corte y ésta en lugar de acogerlos, les hizo un  desplante torero y  se fue para su camarote a producir sentencias a la lata.

No hay comentarios: