lunes, 22 de agosto de 2011

EL GLORIOSO COLEGIO SANTANDER.


POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Al que no quiere caldo se le dan dos tazas : yo tuve que pasar de claveriano a santanderino, haciendo una transición que no se la aguanta nadie, por haber perdido el sexto año, con malas calificaciones sobre todo en religión, lo cual no lo perdonaron los jesuitas. Y porque , claro, no había de por medio bienes de manos muertas , como ocurría en otros casos más auspiciosos. Así que primero me subí al bus de Copetrán por la Corcoba arriba para llegar a Pamplona, al colegio Provincial. Alli aguanté quince días, pero el ambiente de semana santa permanente de la villa me devolvió para Bucaramanga. No había otra alternativa que el Colegio Santander. Y pensar que tenía por escenario el refugio de nuestros adversarios en deportes y en todo lo demás, que cuando uno iba por la calle le gritaban desde lejos “ vaselino”, “vaselino” porque nos echábamos brillantina en el cabello y brillaba aquello como si fuera un pozo de petróleo , lo mismo que en los partidos de básket los claverianos teníamos que ir armados porque nos recibían a piedra. Recuerdo que una vez estábamos en un partido de básquet y los del Santander nos agarraron a piedra. Nosotros corrimos a protegernos, cuando de pronto se escuchò la voz de Ernesto Suarez Rueda, quien gritò fuerte : ¡ aquí hay piedra.!. Inmediatamente nos devolvimos y les hicimos frente. Y así por el estilo. Con esos antecedentes llegué al colegio Santander. El primer día de colegio fue un almohadillazo en la cara, que afortunadamente logré esquivar. Pero de ahí en adelante las cosas cambiaron. Ahí había gente tan civilizada como Manolo Rueda, Felipe Moreno, Abdón Ortiz, los Méndez, Pacho Cartagena, Carlos Cortés Caballero, Sepúlveda, en fin. Por cierto que el patio del colegio sirvió de escenario a hechos que marcaban la vida del colegio : allí vimos a don Hèctor Santander el vicerrector del colegio, quien con sus tragos en la cabeza trataba de ser leal a Laureano Gómez cuando le dieron el golpe de estado y lo dejaron solo sus amigos de la víspera, mientras el padre Jesús Jaimes, que era el rector, trataba de contenerlo. Allí pronuncie un discurso y cuando escucharon los choferes de la estación del parque Centenario se vinieron en masa para ver qué era lo que estaba pasaba. Y así . Recuerdo esto ahora que se habla del pluribus uno, para enaltecer la labor de Àlvaro Duarte, con sus filtros Partmo y su brillante carrera industrial.

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