sábado, 6 de agosto de 2011

CRONICA DEL PAJARO QUE DA CUERDA AL MUNDO.



















POR: RAUL PACHECO BLANCO.

El eje de la novela es la desaparición de Kumiko, la esposa de Okada, sin que dejara rastros de su partida y sin que Okada lograra entender el porqué de esa fuga. A raíz de tal suceso , se teje toda una red de suspenso, de misterio, en el cual es ducho Murakami, y a su vez permite que se narren otras historias. Todo esto se hace en un lenguaje que se sale de la realidad, y que entra a situar la novela dentro de lo fantástico, desdeñando las pautas occidentales, o más concretamente europeas de ceñirse a la realidad y tratar de filosofar o meterse dentro de esa realidad, bien sea explorándola o propiciando nuevas alternativas. Por eso Kundera señalaba que la novela es la profundización de la vida. Murakami se va más allá y desafía las leyes de la naturaleza, como el tratar de salirse de sí mismo, de fugarse de su propia individualidad, inclusive pasando muros físicos, como si el personaje fuera invisible o tuviera la propiedad de traspasar una pared.
La información que tiene Okada sobre el paradero de su mujer es suministrada a cuenta gotas y es cuando aparece Wataya, el cuñado de Okada y hermano de Kumiko, para notificarle que Kumiko se había ido de la casa porque su relación no podía continuar , que ella se había enamorado de otro hombre y que por lo tanto, desistiera de todo contacto con ella, o de tratar de localizarla. Por otra parte, Okada demuestra su odio y fastidio con Wataya, a quien le da el perfil de político para disecarlo y mostrar sus lacras..
Okada trata de buscar contactos, de continuar su vida, pero no deja de trazarse como meta el recuperar a Kumiko. Al presentar a Wataya como político, quiere Murakami mostrar la zona oscura del poder y se vale de la retención de Kumiko por parte de Wataya, para desvelar su retención y descubrir que Kumiko no se había ido de la casa por su propia voluntad, sino movida por la acción de Wataya. Por eso cuando aparece de nuevo, confiesa que ella no estaba allí por su propia voluntad, sino por la voluntad de Wataya. Y que así como Wataya había llevado al suicidio a su hermana mayor no quería que se repitiera la historia con ella. Y Kumiko se forja la meta de dar muerte a su hermano, por haberla privado de la libertad, de mantenerla allí en su casa, en una relación que tiene todos los visos de una entrega a una fuerza extraña, que no puede ser otra que la del poder. Por eso llega a decir, que a ella la ata un sometimiento oscuro con Wataya, tal como las masas se entregan a su líder, o como el poder carismático decide por otras personas. Y Kumiko termina matando a Wataya, cuando se produce contra él un atentado y va a la clínica y ella aprovecha para desconectarlo. Y luego se entrega a las autoridades, sin condiciones, pues ya se sentía aliviada : había recuperado su libertad. Así que es el reflejo del poder que se ejerce sobre una persona para subyugarla y que Muarkami encarna en el político, como sujeto y detentador de ese poder
Igualmente se pasea por escenarios como la segunda guerra mundial, cuando produce casos tan aberrantes como el despellejador, que se daba el lujo de sacar en lonjas la piel de sus víctimas sin que se le moviera un solo músculo de la cara, como estupenda muestra de las excrecencias del poder.
La narración es multipolar, con una prosa clara que no busca adornarse con manoletinas o taquitos, buscando siempre una objetividad, una transparencia para que la realidad y la subjetividad se cuelen como si fueran una sola cosa. Pero que no sea el lenguaje la meta del discurso narrativo, como sucede en la novela latinoamericana.

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