jueves, 10 de marzo de 2011

JORGE CHACON CAPRIOTTI.

POR: RAUL PACHECO BLANCO.

Jorge Chacón era todo un señor. Y se ayudaba de todos los elementos de un cachaco, con sombrero y vestido completo, además de solemnes movimientos del mejor sabor cortesano.. Encontrarse con él en la calle era comenzar todo un ritual : gran quitada del sombrero, venia completa y a continuación el buenos días, o las buenas tardes y el cómo están en tu casa y ¿ bien?. Esto podía ocurrir a cualquier hora del día y en el lugar más insólito. Contrastaba esa costumbre con el tono brusco y directo de sus paisanos, para quienes saludar es lo más harto del mundo. Para Jorge no.
Se graduó de abogado luego de haber ejercido el comercio con éxito, pero le picó su vocación por el derecho, detrás del cual se amuralló para ejercer su profesión como penalista. Le fue muy bien. Era uno de los abogados penalistas más solicitados de la época. Como nos llevaba unos cuantos años, siempre trataba de borrar esa brecha generacional y se afianzaba en la posición de considerarse joven, como nosotros. Y de ahí que repitiera con frecuencia : nosotros los abogados de las nuevas generaciones. Pero a la par de esa inquietud vital y mental, llevaba aparejada un alma de aficionado a los toros. Eso sí que lo llevaba en la sangre. Lo apasionaba. Cuando se encontraba en los tendidos, deliraba y exigía al torero de turno, que tenía que ceñirse a los cuernos del toro o de lo contrario no valía la pena : bordear los linderos de la muerte, o de lo contrario el torero no merecía el honor de ser matador. Esa fiebre por los toros lo volvió a güerista, como los toreros gitanos, que se valían de cualquier presagio para tejer toda clase de incertidumbres que terminaban por destruirlo. Pero su éxito profesional y su contacto con la clientela, en la forma más humana posible, que lo hacía convertirse en un amigo más de sus clientes, lo sacó muchas veces de baches de depresión. Sus audiencias eran brillantes. De sus ancestros italianos venía presamente el cultivo del derecho penal, con todo lo que significa en cuanto a interés por el bien del sujeto que ha caído en desgracia. Apersonarse del drama ajeno, era toda una aventura para él pero igualmente exitosa.
Amigo de sus amigos, padre y esposo inmejorable. Tenía por la familia el concepto romano de su protección y cuidado. Y detrás de sus cortesía estaba un temple que no lo doblaba el viento de la adversidad. El tiempo impiadoso fue pasando y para Jorge le llegó la enfermedad que lo tuvo alejado de su ambiente, refugiado en su hogar, para tratar de recobrar la calma e irse rehaciendo. Desgraciadamente la muerte , que acecha a todo lo más escogido, se lo llevó. Paz para su tumba. Y un adiós de sus amigos que lo acompañamos en la mañana neblinosa en que se lo cargaba la muerte para ponerse a conversar con él, sobre las diferencias entre el toreo de Manolete y el del Juli.

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